¿Contenido sexual? ¿Violencia? En dosis pequeñas, por favor

Es irónico ver cómo a medida que pasa el tiempo y el mundo avanza, algunos países o poblaciones siguen manteniendo una manera de pensar muy poco flexible. Como es lógico, las costumbres o el modo de vida – usualmente determinado por la religión – de determinados lugares provoca que algunos de los actos o decisiones de su sociedad sean mal vistos por una gran parte de la población mundial, tema que daría para más de un artículo, y del que ya se ha escrito muchísimo en portales especializados. Cuando este tipo de costumbres hallan confrontación con videojuegos, películas o libros, no obstante, suele aparecer un elemento que sí tiene cabida en nuestro medio, y del que muchos ya nos encontramos hastiados: la censura; con asiduidad, poco ortodoxa. Esta vez el esperado RPG de acción Cyberpunk 2077, llamado a ser uno de los juegos del año, ha sufrido en sus carnes (o bits) las consecuencias del veto nipón, recientemente explorado en Persona 5 y Devil May Cry V.

Cyberpunk 2077El juego desarrollado por CD Projekt RED sufrirá varios cambios en cuanto a la versión original que llegará al resto del mundo, especialmente explicitados en su violencia y contenido sexual, características que colateralmente han hecho que el título sea de lo más esperado en el subgénero de la acción sandbox. Todos los elementos pertenecientes a su ambientación de ciencia ficción que no coincidan con la delegación japonesa deberán de ser modificados, llegando al jugador nipón en dosis más comedidas. Parte de ello serán, por supuesto, las escenas donde aparezcan desnudos, cuyos personajes pasarán a llevar ropa interior. También se verán modificadas las vallas de publicidad o grafitis donde pueda aparecer cualquier genital o iconografía de carácter sensible.

Mutilaciones y otros momentos donde partes del cuerpo sean desmembradas también sufrirán variaciones, reduciéndose dramáticamente el exceso de sangre, y configurando, un definitiva, una experiencia de juego distinta, probablemente no tan satisfactoria para muchos jugadores. Y no quiero decir que gracias a su contenido sexual la satisfacción se incremente de base, pero es algo que no deja de estar ahí, de formar parte de un mismo conjunto, y el simple hecho de tener que modificar el trabajo de un equipo que tanto ha trabajado para que un juego así llegue al mercado a buen seguro hará que en algunos momentos muchas escenas pierdan la fuerza original con la que fueron creadas. 

CD Projekt está trabajando para realizar las modificaciones con tino, y para que el título pueda debutar también en las tierras niponas sin perder su grandeza, con la esperanza de que no ocurra como el recién llegado The Last of Us Part II, que debido a su ‘contenido homosexual’ ha sido vetado en países de Oriente Medio.

The last of us part 2

Comprometiendo la visión del autor (sale mal)

Sin intención de querer entrar en las costumbres de cada país, ya sea por la censura que se vive en Japón en cuanto a todo el contenido sexual de los productos que desarrollan o en relación a la criminalización de relaciones homosexuales que se vive en alguna parte de Oriente Medio, ambas bien vistas allí pero fuera de la época en la que nos encontramos, creo firmemente que la decisión de censurar, prohibir o modificar cualquier vía de entretenimiento – especialmente, aquellas de carácter artístico – es contraproducente; no solo como retroceso político-social, sino también como humanos capaces de valorar el trabajo de los demás.

Entiendo que si no están a favor de que un producto llegue a sus países por contenidos que consideran poco lícitos intenten que este se modifique, pero, al fin y al cabo, el producto no deja de ser una obra con ideales propios – al igual que el producto que tienden a generar ellos para exportar -, que debe de ser aceptado, aunque no necesariamente compartido ideológicamente. Si en pleno siglo XXI cada país empieza ahora a mutar los contenidos culturales o de ocio que llegan a sus países en función de sus creencias (o de lo que consideren correcto), estaremos condenados a retroceder; a tirar por tierra todas las libertades e igualdades que tanto tiempo ha costado (y sigue costando) establecer en esta sociedad.