La simulación salta de nivel

Siempre he sido coleccionista. Quizás no ese tipo de coleccionista al que le gusta llenar sus estanterías de Funkos, pósters sin desplegar y cajas de ediciones especiales (aunque un poco de eso sí que tengo), pero definitivamente desde que tengo una mínima noción de la economía personal he sentido un cierto apego a lo tangible; al abrir los embalajes de las consolas con sumo cuidado, al comprar los juegos varias veces. Y como coleccionista, siempre creo haber sido consciente del gran enemigo que supone – ya no solo para nosotros, sino para toda la industria, y para su preservación – la especulación; un peligro que, gracias a los recientes problemas de stock con las consolas de nueva generación y a las incidencias en la fabricación de obras muy demandadas pero poco ofertadas como 13 Sentinels: Aegis Rim, se encuentra a día de hoy en boca de todos, pero que ciertamente lleva acompañándonos ya varias décadas, apretando y apretando una asfixiante soga que genera ansiedades, FOMOs y desilusiones a partes iguales – y que, de hecho, ha instado a un servidor a tomarse el coleccionismo mucho más en serio en pro de no quedarse sin una copia física de las obras que dejaron huella en él (mucha suerte si pretendéis haceros actualmente con una copia de Xenoblade Chronicles, NieR o Rule of Rose) -. Serious business.

Y es que, por más pesimista – e incluso apocalíptico – que suene aquello de perder el acceso a nuestros juegos favoritos en plena era digital, esto es más una realidad que una posibilidad. Porque cada vez resulta más incómodo hacerse, por ejemplo, con nuevos títulos para PS3 y para PSVita, porque pronto esta opción dejará de existir, y porque tan solo es cuestión de tiempo que se nos prive de nuestras compras imposibilitándonos descargar obras pagadas. Por todos estos motivos, que coronan al formato físico como baluarte y único reducto capaz de preservar el videojuego (casi como si eso existiera), resulta un tanto contradictorio recaer en cómo, en un nuevo giro inesperado de los acontecimientos de la telenovela en la que vivimos, la especulación está expandiéndose ahora hacia el terreno digital. Pero está pasando. Vaya que si está pasando.

El compañero Cristian, padre de Akihabara Blues, denunciaba estas semanas vía Twitter cómo algunas entregas deportivas como Virtua Tennis 4 (2011) podían encontrarse a día de hoy en las páginas de venta de keys a precios desorbitados (más de 67€ en el caso de la obra de SEGA). No es un caso aislado: basta con dejarse llevar por los tenderos digitales de esta clase de webs para encontrarse con aventuras de todo tipo y calibre (y no necesariamente arcaicas) a precios de novedad o superior.

En gran medida, esta situación se ha agravado y acelerado por otro de los grandes problemas de la industria, la imposibilidad de vender determinados videojuegos por problemas derivados de acuerdos promocionales o por un vencimiento de sus licencias, el cual, antojándose también como uno de los grandes óbices para la retrocompatibilidad de PS5 en palabras de la propia Sony, se encuentra estrechamente relacionado a la obsolescencia y correspondiente conservación del medio. Existe una inconmensurable cantidad de obras, especialmente relativas al deporte o a la conducción, cuyos acuerdos han vencido, y que, por tanto, ya no se pueden comercializar legalmente de ninguna de las formas.

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Por ello, evitando cualquier debate relativo a lo ilícito de esta clase de operaciones, creo que el hecho de que exista una especulación relativa al formato digital y de que por tanto sigan circulando copias originales por la red, aunque sigue siendo una derrota para una industria que nos está dejando sin acceso legal a sus propios referentes, puede llegar a servir como apaño si esta clase de propuestas son bien conservadas. Sin un DRM o protección que imposibilite su almacenamiento en discos duros externos o pen drives de acceso público y respectiva preservación, configurando un camino más fiable, a diferencia de lo que suponen otras vías de acceso como las descargas ilegales (que, al final, no dejan de estar alojadas en un servidor externo que puede apagarse o desconectarse en cualquier momento). La especulación siempre es mala, se mire por donde se mire, pero si en algún momento decidimos pasar por su aro, quizás debamos de preservar ese videojuego lo mejor que podamos. Quién sabe cuándo será la última vez que lo podamos jugar.