Combinando el conocimiento histórico sobre la esclavitud con las nuevas tecnologías

Cada curso, en una de las asignaturas que imparto en el Grado de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, y en relación al tema del choque cultural y de civilizaciones esbozado hace ya más de dos décadas por el politólogo Samuel Hungtinton, proyectamos el largometraje El abrazo de la serpiente. Dirigida por el colombiano Ciro Guerra, y basada en las exploraciones reales de dos científicos (uno alemán y otro norteamericano) en la selva amazónica a principios del siglo XX, nos permite analizar y reflexionar sobre el brutal impacto cultural, económico y social de la llegada del hombre “blanco” a esta latitud: desde las masacres en los contextos de la guerra del caucho a los genocidios culturales de las tribus nativas. Como indicaba el chamán Karamakate, a algunos de los niños supervivientes de su pueblo: “no dejes que nuestra canción desaparezca”. La película fascinó al alumnado, tanto por ser una temática desconocida al mismo como por la presencia de elementos decoloniales de gran significación presentes en ella. La excusa de dicha actividad era, precisamente, aproximar los principios básicos de la teoría decolonial a la clase: descolonización del poder, descolonización del conocimiento y descolonización del ser, a partir de obras básicas de Frantz Fanon, Anibal Quijano, Catherine Walsh, Ngũgĩ wa Thiong’o… La traducción y reedición de obras como El llanto del hombre negro, de Alain Mabanckou o La gloria de los impostores, de Boubacar Boris Diop y Aminata Dramane Traoré, en ediciones Catarata, son un excelente muestrario de la demanda de este género de ensayos.

Captura de pantalla de Sefar, sobre el arte rupestre en el desierto argelino.

Cambiando de formato, y en relación al mundo del videojuego y su potencial cultural, recientemente se pudo acceder online (esperemos que pronto se publique en papel) a la magistral tesis doctoral del investigador Carlos Ramírez Moreno, Globalización, representación cultural y poder simbólico: el videojuego latinoamericano como ejercicio de identidad cultural, que incidía precisamente en muchos de los principios esbozados en el párrafo anterior. Una de las ideas claves que se enuncian en este estudio es cómo diferentes regiones de la periferia se sirven de la globalización de los recursos tecnológicos para formar parte de la industria cultural, con contenidos genuinamente locales pero pensados para un público cultural general. Esto convierte a estos artefactos interactivos en una herramienta privilegiada para aproximar, difundir y proteger el patrimonio histórico y cultural en su sentido amplio, tal y como ha quedado registrado en las publicaciones de Makjowski, Mukherjee o Ribsam, entre otros.

Enlazando con todo ello, la razón del presente texto es recoger la importante noticia que en términos de postcolonialismo digital videolúdico han supuesto a lo largo de noviembre la celebración de la Cultural Heritage Game Jam, promovida por la Global Game Jam y la Cultural Antiquites Task Force del Comité Coordinador del Patrimonio Cultural del Departamento de Estado de los EE.UU. Desarrollada entre los días 5 y 21, el objetivo de este encuentro era “celebrar la diversidad de arte, artefactos, tradiciones y lugares culturales así como la necesidad de “reforzar la importancia de proteger y preservar el patrimonio cultural”. El resultado han sido más de un centenar títulos que abarcaban lugares como las civilizaciones prehispánicas, los Chachapoyas en Perú o la cultura Karijona en Colombia; el arte rupestre del desierto del Sáhara argelino; el parque histórico de Sukhotai en Tailandia; la ciudad Hoi An en Vietnam; o el legado vikingo, por nombrar algunos de ellos. Animamos al lector a adentrarse en la web de la Jam y jugar detenidamente a cada uno de ellos.

Algunos de los personajes de Mitclan. Fuente: Steam.

Paralelamente a este evento, se nos informaba también en esas fechas que la prestigiosa investigadora sobre África Occidental, Marie Rodet (de la SOAS University of London), autora del documental Bouillagui, A Free Village, sobre un pueblo fundado por esclavos liberados de Mali a principios del siglo XX, había recibido una subvención de más de cien mil libras para desarrollar un videojuego móvil sobre la esclavitud en este país africano. Como expresó Rodet: “con este proyecto se podrá combinar el conocimiento histórico sobre la esclavitud con las nuevas tecnologías”. A la par que escribimos estas líneas, leemos con agrado y curiosidad la promoción en las redes sociales de títulos que inciden en la cultura de Mali, como Mist of Soundjata; sobre el pasado precolonial de Indonesia, con los diferentes títulos de Sengkala Dev o el próximo y esperado lanzamiento de Mitclan, sobre el mundo mesoamericano.

Los videojuegos, como nos demuestran la actualidad más inmediata, se están convirtiendo progresivamente en un repositorio digital básico para la conservación de las Humanidades y de las disciplinas que de ellas se derivan. Sirven para reconectar y volver a involucrar a los más jóvenes  con su propia herencia cultural y ayudar a mantenerla. Como se ensalza en uno de sus párrafos la Declaración de Independencia del Ciberespacio de John Perry Barlow:

Estamos creando un mundo en el que todos puedan entrar sin privilegios ni prejuicios acordados por la raza, el poder económico, la fuerza militar o la posición de nacimiento.