Un paso atrás en su propio multiverso

Soñamos con las estrellas, en el vacío lejano que las acoge, separa y poco a poco las distancia cada vez más. Soñamos con recorrer ese espacio, descubrir sistemas como cuando vemos en el horizonte los pueblos durante un viaje, soñamos con existir en diferentes lugares, hallar lo que no había sido descubierto jamás y conocer lo que hasta ahora se nos ocultaba. La esencia de la exploración misma es la curiosidad, saber que hay algo fuera y está en nuestra mano y esfuerzo el llegar hasta allí para verlo de primera mano, este es el motor que mueve el mundo cuando el dinero está algo más desaparecido, aunque no suele ser el caso. La curiosidad es la que incitó en su momento la exploración por todo el mundo, es la que dio pie a la carrera espacial, y es la que ahora busca nuevos horizontes donde aterrizar como civilización, pero esta misma curiosidad también es la que nos ha traído algunas de las peores plagas en la historia de la humanidad, como es el colonialismo. Sin la existencia de esa curiosidad, de esa sed de conocimiento, nos habríamos ahorrado capítulos sangrientos de nuestro legado, y ojalá hubiese sido así. Pero ahora que hemos puesto la vista de nuevo en las estrellas, toca pensar si esto es lo que de verdad queremos, y si no se volverán a cometer los mismos errores atroces que se dieron lugar hace muy poco tiempo, si en aquellos planetas vírgenes volveremos a ser una masa de podredumbre que arrase hasta los cimientos, o si nuestra forma de relacionarnos con el entorno será distinta, como la propuesta de Ankora: Lost Days.

Ankora: Lost Days

El nuevo juego de Chibig viene a sumarse a su peculiar multiverso, pues lo comparte con los títulos anteriores del estudio, como Summer in Mara, Deiland y Stories of Mara, siendo Ankora: Lost Days el primero en el orden cronológico, y que nos servirá para conocer a uno de los personajes más recurrentes de este universo, Mûn, nuestra protagonista. Esta, que se encontraba de viaje con la Patrulla Interestelar siendo apenas una niña, sufre un accidente y se ve obligada a aterrizar en Ankora, un planeta poblado por una raza amigable conocida como Anks, la cual ofrece ayuda (y misiones) a nuestra joven protagonista. Sin embargo, ellos cuentan con sus propios problemas: una sociedad dividida fruto de una guerra civil que no llegó a terminar, y que en las cenizas ávidas de combustible nos introduciremos para apagar todos los fuegos posibles, pues la amenaza de un futuro atroz asoma entre las sombras, y solo nosotros tendremos las habilidades necesarias de unir a todo el mundo y derrocar a aquel que quería convertir una raza pacífica en una de sanguinarios conquistadores.

Y os preguntaréis, ¿qué pintamos nosotros, apenas unos recién llegados a un planeta en problemas, en todo esto? Tal vez eso sea lo más difícil de responder, pues aunque efectivamente sabemos qué hacemos, salvar la situación, el contexto es lo que falla, por qué debemos de ser nosotros y no los propios habitantes del lugar los que resuelvan sus problemas y, por qué no, se hagan de recaderos unos a otros, solo somos una niña que quiere reparar su nave tras haberse estrellado en un planeta que, más pronto que tarde, empezará a ser hostil. Pero bueno, no es la primera vez que se pecará de este síndrome, y tampoco es que nos importe en este caso, así que en lugar de dar vueltas sobre ello, nos lanzaremos a uno de los puntos más fuertes de Ankora: Lost Days, que no es otro que la exploración.

Ankora: Lost Days

Tal vez tener a la población local esclavizada no sea la mejor idea

Una vez hemos aterrizado deberemos de olvidarnos de todas las herramientas modernas que una civilización (o conjunto de civilizaciones) como la nuestra cuenta, pues deberemos de volver a lo más básico, aunque Mûn haga algún que otro comentario cuestionable. Con estas y sus posteriores mejoras podremos ir modificando el terreno a nuestro placer, desde construir elevaciones de tierra hasta conectar de un punto a otro con puentes y escaleras, dando a las 100 pantallas con las que cuenta el planeta un lavado de cara tras nuestro paso y sus correspondientes modificaciones. Para poder movernos de una casilla a otra nos veremos casi siempre obligados a encontrar cómo llegar hasta nuestro lugar de destino, pues en algunas ocasiones no contaremos con las herramientas necesarias, y será un punto muerto a explorar en el futuro una vez contemos con lo que necesitamos. Pero el resultado final acaba siendo siempre el mismo, pues nuestra obra llegará hasta allí, y lo que antes era el planeta de los Ank ahora será nuestra caja de arena que podremos modificar y modificar una y otra vez a nuestro antojo, teniendo dos opciones claras, o hacer los cambios justos para cumplir con nuestra tarea, o destruir todo páramo con el que nos topemos para extraer sus recursos, una opción que aunque no es necesaria, pues de la primera manera podremos pasarnos el juego, sí que facilita nuestra exploración, aunque la destrucción que dejaremos a nuestro paso será cuestionable, pero nunca nos castigará, algo que, pensándolo bien, le habría otorgado algún punto extra a la obra final. Esta sensación de exploración por el planeta, el querer mirar una casilla tras otra y descubrir todos los rincones mientras ayudamos a los locales es de lo más gratificante que nos otorgará Ankora: Lost Days, ya que acaba siendo adictivo el pensar cómo llegar de un lugar a otro, y acabar lográndolo de la manera más eficiente y menos lesiva posible, pues el conflicto está ahí, y deberemos de estar a la altura.

A pesar de esto, nuestras acciones en Ankora no se verán reducidas a construir y terraformar un planeta en su mayoría virgen, sino que deberemos de relacionarnos con los locales para cumplir sus misiones y desbloquear poco a poco diferentes requisitos que nos impedían avanzar, junto a unos combates contra criaturas hostiles que han tomado poco a poco el planeta, y que están influenciadas por el que ocasionó la guerra civil mencionada anteriormente. Estos dos apartados me atrevería a decir que son, sin duda alguna, los más tediosos. El combate queda relegado a machacar un único botón, pues solo habrá uno de ataque, y a una suerte de sistema de debilidad fortaleza que apenas notaremos, siendo un mero trámite que en ningún momento, ni en la recta final, se siente satisfactorio o incluso algo esencial en el núcleo del juego. Los juegos de Chibig desconozco hasta qué punto se les es necesario incluir un sistema como el combate, pues en este caso no solo resta como mecánica, sino como un incluido que desentona con el tono que tienen normalmente sus títulos, destruyendo un poco la esencia de juegos relajados que disfrutar sin tener que recurrir a la acción. Por el otro lado nos topamos con las misiones, meros vaivenes como recaderos donde ir a recoger elementos del mapa para que los habitantes nos escuchen siquiera, y aunque Mûn se da cuenta y lo llega a comentar con otro personaje, todo sigue igual y seguimos repartiendo comida incluso en el comienzo de una guerra que amenaza con destruir el estilo de vida de una civilización entera.

Un universo con más potencial del explotado

Siento en mis adentros que, de haberse enfocado de otra manera, tal vez creando caminos en vez de una simple terraformación para facilitar la conexión de los lugareños, o tareas similares que incentiven la colaboración en vez de los simples encargos y la creación de puentes artificiales, Ankora: Lost Days habría sido mucho más y mejor, más acorde al multiverso que está creando Chibig, una apuesta que defiendo y me alegro que exista en un panorama donde no se tiene en cuenta, y que puede enriquecer mucho, pero no así, no con juegos que rompen con la sintonía y se sienten externos a lo que en algún momento asentaron anteriores entregas. Que no se me malinterprete, pues Ankora: Lost Days es entretenido, y ha sido capaz de mantenerme enganchado durante toda la partida, pues en el momento de comenzar la exploración, uno de los apartados que más disfruto, no pude parar hasta haber descubierto todo lo que podía, pero sí que siento que, de haberse pensado otro enfoque con el que crear esta historia, el resultado habría sido mucho más enriquecedor tanto para el título como para la obra general de Chibig.


Esta crítica se ha realizado con un código de descarga para Switch cedido por Chibig.