Todos quieren "esa" parte del pastel

Parece que en la industria del entretenimiento no son pocas las compañías que buscan extender sus redes y crear una estructura monopolística con la que controlar gran parte del mercado o sector en el que se enfocan. Grandes firmas que buscan absorber nombres más pequeños o específicos, enfocados en una línea de productos muy concretos, y muchas veces con un público de nicho y muy fiel. El gran ejemplo de esta práctica suena evidente para casi todos nosotros: Disney. Esta empresa se ha hecho con toda una cartera de estudios y empresas que le permiten suministrar productos de entretenimiento muy diferenciados, y así, abarcar casi la totalidad del mercado del entretenimiento. Parece que ahora es turno de la industria del videojuego, y Microsoft ha movido ficha en esa dirección, con la adquisición de Bethesda y todos sus estudios afiliados, con todos los nombres consagrados que conlleva, como The Elder Scrolls o DOOM.

Sin embargo, parece que el gigante norteamericano de la informática no ha sido el primero en tratar de echarle el guante a Bethesda, sino que ya había otros interesados en cazar sus exitosas IP, tanto las propias como las de estudios asociados. Recientemente, el portal Bloomberg ha revelado que fue Electronics Arts quién intentó comprar el grupo ZeniMax, lo que incluye a Bethesda y todos sus estudios asociados más pequeños. Según se explica en dicho artículo, Robert A. Altman, presidente de ZeniMax, sopesó un acuerdo con Electronics Arts para la compraventa de ZeniMax, pero nunca llegó a materializarse, aunque en Bloomberg no se explican los motivos de que la negociación no prosperase.

Las opiniones de la comunidad han estado muy divididas acerca de la compra de Bethesda por parte de Microsoft, ya sea por preocupaciones fundadas sobre el cariz monopolístico de esta acción o por razones más subjetivas y dudosas, impulsadas por la guerra de consolas, y la envidia de que “el rival” consiga mejores condiciones que  “tu equipo”. Sin embargo, creo que si EA, en lugar de Microsoft, se hubiera hecho con Bethesda, la opinión del público hubiera sido más unánime, probablemente un descontento generalizado. Y es que EA no goza precisamente de la mejor de las consideraciones entre la comunidad, sus políticas de micropagos, entre otras cosas, ha generado rechazo de muchos jugadores.

Por otro lado, EA concentra la mayoría de sus esfuerzos en la faceta multijugador, con títulos como Battlefield, Battlefront o FIFA, además de otros tantos simuladores deportivos. Sería difícil de imaginar a una compañía como EA centrándose en la producción de títulos enfocados a historias individuales y para un solo jugador, como son la mayoría de las IP más populares de Bethesda. The Elder Scrolls, Fallout, Dishonored o The Evil Within, entre otras, son franquicias y títulos destinados a una experiencia intimista con el jugador, muy alejada del modelo habitual de EA. Por esas razones agradezco abiertamente que dicho acuerdo no se haya materializado.

Al parecer, EA ha buscado expandirse en otras ocasiones, y también trató de adquirir Warner Bros. Games, cuándo esta se puso a la venta, según desveló la compañía tecnológica AT&T, que también estaba luchando por hacerse con Warner Bros. Games. Finalmente, ninguna de las dos empresas pudo formalizar la compra, porque WB Games dejó de estar en venta.

Resulta curioso, casi irónico, que tras tratar de hacerse con la misma compañía, Microsoft y EA hayan acabado uniendo fuerzas, aunque de una forma muy distinta a la que pretendía inicialmente EA, y que, sin duda, la deja en una posición de mucho menos poderío del que hubiera tenido con la compra de Bethesda. Sin embargo, este acuerdo de incluir EA Play, con todo el catálogo de esta compañía, en el Game Pass Ultimate sigue potenciando el peligroso dominio que está construyendo Microsoft, controlando cada vez una fracción mayor del pastel de la industria del videojuego, y ganando poder para mover más hilos a su favor.