Acción, exploración y mechas insectoides

La creatividad de algunos estudios de desarrollo es uno de los principales salvavidas artísticos para la industria del videojuego. Stonefly es la nueva apuesta de Flight School Studio por una perfecta simbiosis entre mecánicas y temática que no puede no dejarnos indiferentes. De este estudio surgió, hace unos años, Creature in the Well, al que dedicamos recientemente no solo uno, sino dos textos como consecuencia de la sorpresa que supuso entre los miembros de nuestra redacción. En ellos destacamos la potente versatilidad con la que el juego se desenvuelve empleando mecánicas tan clásicas como lo son los conceptos del pinball y rebotes, trasladados a una aventura de estilo hack and slash. Como no podía ser de otra forma, a Flight School había que seguirles la pista y, por suerte, esta nos ha llevado hasta Stonefly.

La premisa es sencilla: el mundo a nuestro alrededor es una enorme masa de vegetación y rocas que, o bien son demasiado grandes, o bien somos nosotros los diminutos. La cuestión es que todo es enorme y, como humanos (o, al menos, humanoides, pues parece haber diversas razas), montaremos en unos mechas que se asemejan a insectos a los que llamamos “unidades”. La exploración y el saqueo de recursos es la actividad principal de los individuos que pueblan este mundo y que, más allá de algún ermitaño aislado, está repleto de aventureros que buscan riquezas en forma mineral. Para ello, parece necesario asociarse con alguno de los diferentes escuadrones que actúan en grupo, uno de los cuales pasará a ser el hogar temporal de nuestra protagonista: Annika. Un despiste hará que la pequeña Ann se lance a la aventura, encontrándose con todo tipo de peligros por el camino. Porque claro, todo a nuestro alrededor es, como decíamos, bastante grande. Y eso incluye a todo tipo de insectos que nos harán frente a lo largo del recorrido y que igualan el tamaño de nuestra unidad.

Esa unidad, ese mecha, es ampliamente mejorable. Nuestra principal actividad durante la aventura será la de recolectar minerales con los que fabricar diferentes objetos y mejoras, algunas estéticas (que debemos encontrar a modo de “secretos”), otras más activas e incluso varias puramente estadísticas. Por suerte, el menú por el que accedemos a ellas no entorpece la acción y nos proporciona toda la información que queremos de cada elemento. Todo casa a la perfección dejando una gran experiencia de usuario, que siempre conoce cuánto contenido posee de cada recurso, cuanto necesita para los diferentes proyectos de mejora que tiene abiertos, etcétera.

Ann sabe mucho de mecánica y, emulando a los desarrolladores que le dieron vida, su creatividad no parece conocer límite alguno. Poco a poco, según sus propias investigaciones (es decir, nuestras acciones naturales como jugadores), comprobará lo necesario que es, por ejemplo, ampliar la potencia de salto, desbloqueando el diseño correspondiente. Es algo orgánico y sucede conforme empleamos las habilidades concretas. Además, las mejoras suponen un reto en cuanto a recolección de recursos, pero nada fuera de lo asequible. Con un poco de técnica y tiempo, acumular minerales y comprar los objetos necesarios será pan comido.

Stonefly es una oda a la exploración. El movimiento de la unidad va progresando conforme la mejoramos y, poco a poco, desplazarnos por los diferentes escenarios en busca de recursos o con un objetivo de la trama en mente,  se va haciendo más llevadero. En los últimos compases recorreremos escenarios completos en apenas segundos si tenemos la destreza suficiente. Pero hasta entonces, la recolección de recursos puede ser algo tediosa, especialmente en zonas donde los insectos nos atacan en masa y no tenemos demasiado hueco para respirar. En ese caso, rastrear a alguno de los “alfas” puede ser la mejor opción. Estos parecen una especie de jefazos pero más bien consisten en una fase bonus donde, empleando escudos y esquivando con habilidad, obtendremos más recursos de lo normal. Quitando estas bestias, cuyas escenas son frenéticas y nos pondrán algo tensos, el resto de la exploración es bastante relajante. 

Stonefly nos anima a perdernos en sus escenarios, tres de ellos de gran tamaño y donde tenemos el “mundo abierto”, mientras que hay unas pequeñas zonas con puntos de control, más asociadas a la trama en sí misma y que podremos revisar cuando hayamos completado el título en busca de las mejoras que nos hayamos dejado. Eso sí, no podemos esperar orientarnos en base a un mapa. Antes de lanzarnos a explorar podemos echar un vistazo al boceto que tenemos del terreno, pero es una aproximación simbólica y, a la hora de la verdad tendremos que recurrir a las referencias visuales que vayamos encontrando. Aunque puede parecer sobrecogedor, es bastante divertido, además de tener sentido en el mundo que nos presenta, donde la tecnología solo hace pequeños progresos frente a la vasta naturaleza que lo rodea todo.

Aunque el reconocimiento y el rastreo son los puntos clave de Stonefly, su sistema de combate nos acompañará durante toda la aventura y, como tal, debe estar a la altura para no convertirse en una carga. Lo cierto es que las constantes mejoras con las que experimentamos amenizan toda la experiencia, pero de base es un sistema sorprendentemente original. Flight School Studio, como decíamos al inicio de estas líneas, presume de capacidad creativa y, aunque en este caso no han adaptado una mecánica clásica como sucedió con Creature in the Well, han optado por hacer algo innovador: un sistema de control de masas. 

Las batallas acaban siendo bastante caóticas, con numerosos enemigos de tipos muy distintos y a los que debemos enfrentar de forma diferente. ¿La solución? echarlos de la plataforma en la que estemos. Y para ello un amplio set de herramientas será nuestra mejor arma, pudiendo golpear desde arriba, distraer con esferas brillantes o levantar aire en vertical, entre otros. Una vez hayamos volcado al insecto o insectos rivales, agruparlos rápidamente y lanzarlos fuera del escenario será nuestra mejor opción. Es interesante, por su parte, observar la importancia que tiene el sonido en los combates, pues nos indicará cuando algo cae, siendo nuestro mejor aliado para orientarnos en luchas numerosas. Puede llegar a ser un poco lioso cuando se juntan muchos, pero aprender a gestionarlo nos convertirá en pilotos excepcionales, dignos de cualquier escuadrón de exploradores.

“¡Todavía puedes convertirte en algo especial, miniatura!”

Stonefly se presenta como una obra original, cuya apuesta por la estética es mayúscula, siguiendo la estela que el propio estudio marcó con Creature in the Well y que, sin duda, ha conseguido que vaya a marcar en el radar cualquier futuro proyecto, pues auguro una originalidad constante. Como puede apreciarse en las imágenes que acompañan a estos párrafos, su puesta en escena es excelente y, aunque la saturación de elementos en los grandes escenarios pueda ser algo abrumadora, combina de forma espectacular con su sentido de la exploración y de lo desconocido. Nunca sabemos que ser aguarda detrás de aquel árbol. Lo que sí sabemos es que será emocionante disfrutar de su presencia.

Stonefly ya está disponible en tiendas en formato físico, con una versión estándar y una coleccionista, para PlayStation 4 y Nintendo Switch.


Este análisis ha sido realizado con un código de descarga para PC cedido por BlueVision y otro para PS4 cedido por Tesura Games.