No me cuentes historias, quiero matar zombis

La seriedad y madurez en la trama y mensajes de los videojuegos es algo cada vez más demandado en los videojuegos por parte del público, y cada vez quedan más lejos los títulos cuya única finalidad es la meramente lúdica. Esto no es algo negativo, en absoluto, es una señal de que el medio evoluciona y madura, o al menos de que lo intenta, pero siempre viene bien algo de variedad y que recuerde la esencia más desenfadada del videojuego. Siempre deben existir esas opciones con las que poder recurrir a títulos en los que nos fijemos en poco más que en el contador de puntos, la vida que nos queda y los power-ups que recogemos.

La saga Dead Rising es un ejemplo de este enfoque, con más o menos intensidad dependiendo de la entrega, y nos ofrece la temática zombi desde una perspectiva muy distinta a lo que pude ofrecer Resident Evil o The Last of Us. Concretamente me gustaría hablar de Dead Rising 2, segunda entrega de la franquicia, y que llegó a nuestras consolas en 2010. Tras empezar la partida no tardaremos en darnos cuenta de que su línea narrativa está cargada de los clichés argumentales del cine de zombis, y que busca intencionadamente ser extravagante e inverosímil. Sinceramente, en Dead Rising 2 la historia es solo un telón de fondo, una base para sustentar el aspecto lúdico del juego, que constituye su atractivo principal. Como ocurría en la primera entrega, nuestra partida estará condicionada enormemente por los plazos de tiempo, que determinarán si logramos o no acceder a los objetivos principales y, por consecuencia, desembocará en uno de los múltiples finales disponibles.

En esta ocasión, en lugar de encarnar al fotorreportero Frank West nos ponemos a los mandos de Chuck Greene, un superviviente que trabaja en un macabro show masacrando zombis para poder pagar la medicina de su hija, y se ve envuelto en una segunda epidemia zombi. Si la niña no recibe su dosis diaria de Zombrex (sí, hasta el nombre de la medicina es muy serie Z) se convertirá en zombi, y esto cambiará completamente el final al que lograremos acceder. De esta manera, nuestra partida estará condicionada por estas entregas de medicina, tendremos que estar atentos al tiempo y coordinarlas con el resto de las actividades para que la niña siga sana y salva.

Por otro lado, como ocurría en la primera entrega, todas y cada una de las misiones, secundarias y principales, están condicionadas por tiempos restrictivos. En el caso de las misiones principales están programadas en horas concretas de los 5 días en los que se desarrolla la trama, y en caso de no llegar a tiempo a una de ellas perderemos la oportunidad de continuar nuestra investigación, que pretende descubrir los verdaderos motivos de esta segunda epidemia. Si sucede esto perderemos el acceso a los finales en los que llegamos al fondo de la historia y desvelar al verdad. Sin embargo, esto no supone el final inmediato de la partida, sino que podremos seguir jugando, cumpliendo todas las misiones secundarias que queramos. Estas misiones secundarias no aparecerán de manera tan rígida como las principales, sino que dependerán mucho de nuestras acciones, y también están condicionadas por el tiempo. Incluyen principalmente rescate de supervivientes, que tendremos que llevar al refugio, y derrotar psicópatas, que cumplen la función de jefazos del juego. Dependiendo de cuantos supervivientes salvemos, de por qué escenarios nos movamos o cuánto hayamos avanzado en la historia se activarán una u otras misiones secundarias.

Esta disposición de las misiones y el hilo narrativo obedece a un todo que conforma la base de Dead Rising 2: la diversión alocada y absoluta. El desenfreno y la funcionalidad lúdica más pura son las características que reinan en este título, y se abandonan las historias complejas, los mensajes profundos y toda la carga que pueda suponer un freno para la diversión. Dead Rising 2 no pretende que el jugador se detenga a hacer ejercicios intelectuales o de reflexión sino que sacie su sed de diversión destrozando zombis, que se evada durante el tiempo que esté tras la pantalla. Aunque pueda contener algún que otro mensaje maduro y crítico, este título no centra su funcionalidad alrededor de este aspecto, sino en lo mecánico y jugable. No se preocupa por ser lógico, realista o sobrio, sino que se lanza de lleno a lo excéntrico y hortera, y está lleno de clichés de guion y apariencias, puestos ahí a propósito para que no dejemos de ver el juego como una obra divertidamente ridícula.

Mientras deambulamos por Fortune City, una ciudad casino ficticia inspirada en Las Vegas, podremos explotar un entorno que, si bien no es de los mapas abiertos más grandes del medio, si es uno de los más interactivos y llenos de posibilidades. A lo largo de sus diferentes secciones podremos explorar decenas de tiendas e interactuar con cientos de objetos, prácticamente cualquier objeto que veamos puede ser utilizado de diversas formas, como ocurría en el Dead Rising original. El objetivo primordial es destruir zombis, matar psicópatas y salvar supervivientes de la forma más divertida posible. Nuestro arsenal para afrontar las numerosas hordas de muertos vivientes abarca desde cajas registradoras, mobiliario o artículos deportivos hasta escopetas, espadas y guantes de boxeo, entre muchísimas otras opciones. No hay que preocuparse por la escasez de armamento, pues prácticamente todo nuestro entorno es un arma, y solo hay que preocuparse por seguir matando zombis de la manera más efectiva y divertida posible. Lo mismo ocurre con los objetos curativos, y es que cualquier comestible que encontremos será una fuente para recuperar nuestros puntos de salud. Por si esto fuera poco, el gran valor añadido de esta secuela sobre el primer título son las armas combo, que multiplican las posibilidades de entretenimiento.A lo largo de Fortune City encontraremos una serie de talleres en los que podremos combinar armas y objetos de todo tipo para crear aberraciones surrealistas con las que seguir destrozando zombis. Las posibilidades van desde creaciones “lógicas” y predecibles, como un bate de beisbol con clavos, hasta artilugios de lo más excéntricos, como lanzacohetes de fuegos artificiales, o sillas de ruedas armadas con ametralladoras. A estos inventos podremos acceder de dos maneras distintas: en primer lugar a través de las cartas combo que obtendremos al subir de nivel, derrotar psicópatas o salvar supervivientes, y que nos darán la receta de los objetos a mezclar para lograr cada creación; por otra parte podremos recurrir a nuestra más pura imaginación, y probar sobre la mesa de trabajo con los objetos que queramos. En este último caso, si damos con una combinación efectiva, desbloquearemos automáticamente la carta combo correspondiente. En el momento en el que fue lanzado Dead Rising 2 (y aún hoy) estas mecánicas suponen un añadido que diferencia al juego del resto de títulos de acción, y que aporta a la franquicia uno de sus principales rasgos distintivos. Está claro que no es el único sistema de crafteo que existe, ni mucho menos, pero si uno de los pocos que combina con tanto acierto amplitud de posibilidades y diversión directa, por lo sencillo de su funcionamiento. Hay otros títulos mucho más centrados en el crafteo que ofrecen más posibilidades que Dead Rising 2, pero la gran virtud de este último es implementarlo de forma tan ligera en un juego que centrado en la acción directa, y es que este sistema de creación no interfiere en absoluto con esa premisa de diversión desenfadada que propone el juego, sino que la potencia aún más.

 

Por todo esto, Dead Rising 2 y el resto de la franquicia, me parecen títulos con personalidad propia a pesar de lo aparentemente genérico de su propuesta y temática. Los zombis son uno de los aspectos más manidos de la cultura pop y el imaginario colectivo, y, sin embargo, Dead Rising consiguió lanzar una propuesta distintiva en su momento. A pesar de abrazar la temática zombi de la forma más habitual posible supo darle un enfoque perfecto para adaptarlo al medio al que se destinaba, al videojuego, primando la innovación en mecánicas y posibilidades jugables para generar diversión pura. Es un juego en el que sabes a lo que vas, no necesitas pensar para divertirte y evadirte. Además, sus posibilidades de afrontar la partida de diversas formas y su NG+ lo convierten en un título altamente rejugable. En definitiva, un juego al que siempre podremos volver en busca de un rato de desenfreno.