Los monos de las pelotas

Quizá sea la nostalgia, pero ese tramo de salir de los noventa y meterse de lleno en los extravagantes años dosmiles fueron, como dirían los jóvenes, una cosa. La originalidad era más rampante que nunca, empezando a exprimir aquellos conceptos e ideas que la primera generación del 3D no hacían posible. Era la época de propuestas que, además, exploraban la jugabilidad y la capacidad de transmitir a través del control, con títulos tan atrevidos como Katamari Damacy. Nintendo necesitaba levantar el vuelo tras las cifras no muy satisfactorias de Nintendo 64, a la que Sony había vapuleado de una forma histórica. SEGA estaba en lo que parecían sus últimos estertores con una Dreamcast que solo le traía disgustos, por lo que no tuvo más opción de lanzar sus novedades en otras plataformas. La GameCube se estrenaba con quince juegos, entre los que se encontraban de SEGA el alocado Crazy Taxi o el juego que nos atañe: Super Monkey Ball, un port extendido de su versión original de arcade.

super monkey ball pasillo

Izquierda alante, derecha atrás

Huelga decir que a Super Monkey Ball no le tengo nada de nostalgia por el simple hecho de que no lo había jugado hasta hace poco. Lo conocía por los speedruns insanos, llenos de trucos y saltos imposibles con los que un mero mortal solo puede llegar a soñar, pero sí tengo algo que decir: lo de este juego no es normal. No sé si serán las expectativas, no sé si será por jugar al primero con el mejor mando de la historia o si la culpa fue del cha-cha-cha, pero qué fácil es acostumbrarse a un control tan preciso, a ser uno con el mando y a querer estamparlo y volver a empezar cada vez que fallas.

Pese a ser un concepto muy manido el de la bola en el laberinto, presentarse como un juego más físico al tener que mover el escenario en lugar de la bola, le da una capa de inmersión extra, en conjunto a ese control y a una cámara que sabe donde ponerse para transmitir velocidad. Sin embargo, esto no sería nada si los distintos recorridos no fueran interesantes. El primer juego se centra en niveles de agilidad, de calcular velocidades, ritmos e inercia. El segundo es más complicado, centrándose en zonas más abiertas y elaborándose en puzzles más allá de controlar si vas lo suficientemente rápido. La edición Deluxe, curiosamente abandonando la consola de Nintendo, recopila los niveles de los dos primeros juegos y añade algunos descartados para lo que hubiera sido un Super Monkey Ball 3, siendo aún más grandes que en la segunda parte pero sin demasiada gracia que se diga.

super monkey ball aiaiEn este punto todo iba relativamente bien, siendo ya una saga asentada con una identidad muy propia. No había nada como los primeros Super Monkey Ball ni lo habrá hasta más de una década, porque lo que llegaría a marcar al resto de la saga sería un cambio de filosofía. Buscando no quedarse encasillados en el “más de lo mismo”, buscaron alterar la fórmula con conceptos como Banana Blitz, que añade jefes y asienta niveles mucho más lineales con una curva de dificultad algo más exagerada. También están los spin-off para consolas portátiles y móviles, pero siempre falla algo. Los niveles no enganchan, la sensación de movimiento no es la misma o están llenos de fallos. Aunque la mona se llene de minijuegos, si la base es muy escueta, no vas a llegar a cautivar, y es por ello que en gran medida la saga ha sido vapuleada por los más puristas. Pero sí, poner raíles a un juego en el que lo interesante es el riesgo… digamos que no es la mejor idea.

Super monkey ball banana splitzCon esa cruz puesta, Super Monkey Ball se ha considerado una de las “abandonadas” por SEGA, cuando la compañía no ha hecho más que lanzar título tras título siendo fracasos comerciales uno tras otro. Quizá el problema no esté solo en los juegos o en los fans más exquisitos, sino en haber hecho unos primeros juegos tan absurdamente buenos y que clavaron tantas cosas desde el principio. Así es como llegamos a Banana Mania, un remake de Super Monkey Ball Deluxe con todo lo que eso conlleva: cámara y físicas diferentes. Sin embargo, ha sido un título muy bien recibido pese a estos cambios casi inevitables, ha conseguido acercar a más gente a esta saga y ha permitido, por ejemplo, el acceso a los niveles más complicados sin tener que cumplir condiciones muy exigentes como en los anteriores. Te da los originales con mejoras de calidad y añadidos agradecidos, y da un resquicio de esperanza a que en un futuro llegue ese Super Monkey Ball 3 tras más de 20 años.

Like a rolling stone

Descubrir la saga Monkey Ball ha sido una experiencia curiosa. Los primeros juegos tienen un tinte único y cutrón de forma entrañable que hasta llevaba por bandera y que cimentó su personalidad. Tras años de altibajos, ver que una saga hace amago de volver a las andadas entendiendo por fin qué es lo que quieren sus fans es una buena noticia, pero tampoco hay que equivocarse: podemos volver a lo mismo. Tener ligeras mejoras y haber recreado esa sensación que se tenía con el original es solo una parte del proceso, pero SEGA es muy SEGA, y si hay algo que le gusta es exprimir todo lo que pueda hasta que no quede ni una sola gota. Si lo que vamos a tener a partir de ahora son los mismos minijuegos, con los mismos niveles reciclados una y otra vez, con los mismos monos (no han cambiado en 22 años), para eso mejor dejarlo estar. Danos un editor de niveles en condiciones y soporte para mods y que la comunidad haga su magia (Rolled Out! es una muestra de ello). Si no lo habéis probado, hacedlo. Si sois megafans, solo espero que recibáis más de lo que merecéis y sigáis pudiendo disfrutar de los monos de las pelotas.