El comienzo de una larga historia

Por allá por el año 2004, me juntaba al menos una o dos veces a la semana con mi mejor amigo, con quien sigo teniendo contacto hasta el día de hoy, a -principalmente- jugar videojuegos durante la tarde después de la escuela o los sábados desde temprano. Él tenía la Playstation 1, ya que era la consola más moderna a la que teníamos acceso y solía llevarla a mi casa, donde jugábamos diversos títulos, todos pirateados, puesto que vivimos en Latinoamérica y, sobre todo a nuestra edad, la única manera de conseguir juegos era pidiéndolos a nuestros padres quienes, si acaso, les alcanzaba para comprarnos las versiones pirata que costaban una trigésima parte de lo que costaban los originales y se podían encontrar en ferias de barrio en grandes carpetas con cientos de títulos.

Un día, llegó con un juego del que nunca poco había escuchado, principalmente en la sala de clases, mencionado por uno que otro compañero y nada más. Si acaso se veían comerciales de videojuegos en la televisión eran de Nintendo y muy escasos por lo demás -recuerdo uno donde aparecían personas disfrazadas de los personajes más icónicos de Super Mario Bros gastándose bromas pesadas entre ellos- estaban promocionando algún Mario Party que, ahora, presumo tuvo que haber sido de GameCube. En fin, que no vengo a hablar de Nintendo ni mucho menos, sino de aquel título que, hasta esa fecha, resultaba tan elusivo para mí: Silent Hill.

Un poblado lleno de recuerdos

A pesar de que han pasado ya casi quince años, aún recuerdo perfectamente mi primera partida. Un hombre llamado Harry Mason, recorriendo los torcidos pasadizos oscuros buscando a una pequeña niña llamada Cheryl. Poco tiempo tardaron en aparecer unas criaturas como niños con afilados cuchillos en sus manos -y no unos osos de felpa con garras afiladas, pues era la versión sin censurar- y rápidamente comenzaron a atacarme. Desesperado, comencé a buscar algo con que defenderme. No había nada y, en cuestión de tiempo, morí.

Luego Harry despertó aterrado en una cafetería, creyendo que todo había sido un sueño. Yo en ese momento ya me encontraba quizás aún más asustado que él, pero una tranquila escena con una mujer policía llamaba Cybil Bennett quien, sin rechistar, me entrega un arma y se marcha así sin más. Yo pronto intento hacer lo mismo, pero, cuando intento abrir la puerta, una pequeña radio roja al otro lado de la cafetería comenzó a sonar, llamando tanto mi curiosidad como la de Harry. Ninguno de los dos notó al monstruo alado que por esos momentos se dejaba ver a través de las vitrinas. Una vez con radio en mano, esta criatura embiste el vidrio y agita sus alas ante nosotros, casi sin atacar, sólo esperando que, yo como jugador, aprenda a enfrentarme a estos monstruos, pues en la aventura me encontraré con decenas. Sin embargo, en el momento sólo tenía la certeza de que volvería a morir. Ni los controles de tanque ni los juegos de terror me eran familiares y, después de varias vueltas inútiles y munición desperdiciada, logré acabar con la criatura. Sin saberlo todavía, había comenzado mi amor incondicional por esta saga.

Pasó un año y tuve mi propia PlayStation, jugué tanto al Silent Hill como a todos los Resident Evil, varias veces cada uno, pero sin duda el que más se me grabó a fuego y que más me costó superar fue el primero. Cabe mencionar que obtuve el peor final posible ya que, sin guía ni experiencia, era prácticamente imposible saber como cumplir los requisitos para obtener los finales buenos. Otro año pasó y obtuve una PlayStation 2 y con esta vinieron tres Silent Hill más, en un principio, puesto que para fines de su ciclo, la consola de Sony contaba en su catálogo con ni más ni menos que con cinco entregas de la saga basada en el pueblo cubierto de niebla.

Los jugué todos, de principio a fin, en ocasiones según estaban disponibles y después todos uno tras del otro. En ese momento no lo sabía, pero el tiempo es el mejor indicador de calidad y el juego que más terminó destacando, para mí al menos, fue Silent Hill 2. No es un secreto que dicha entrega está en el corazón de muchos de nosotros, y con razón. Distanciándose de la primera, entrega, logró entregar no sólo una historia de terrorífica y atrapante, sino que además logró crear una profunda narrativa llena de subtextos y secretos, sin cruzarse a la línea de la pretensión en ningún momento y todo gracias al Team Silent, a quienes se les dieron libertades creativas que, incluso en esa época donde los presupuestos para los juegos no se acercaban ni a los talones de los actuales, eran muy difíciles de conseguir. Lamentablemente, eso no duraría mucho y Konami, la distribuidora de la ya exitosa saga, presionó al equipo durante la producción del siguiente título para trabajar al mismo tiempo con la tercera y cuarta entrega, las cuales terminaron saliendo en años consecutivos.

No me malentendáis, Silent Hill 3 es un gran juego y, sin duda, está dentro de mis favoritos de todos los tiempos, pero, bajo una inspección más profunda, se comienzan a ver en la obra ciertas señales de que el principio del fin estaba comenzando. La siguiente entrega, sin embargo, fue la primera en dividir a los fans en dos grupos muy polarizados. Por un lado, estaba el grupo que agradecía los cambios introducidos a la fórmula, mientras que los más tradicionalistas no perdonaban el hecho de que el título no se ambientara en el pueblo mismo de Silent Hill ni que, básicamente, la segunda mitad del juego fuera prácticamente sólo backtracking.

El comienzo del fin

Aún así, seguía disfrutando cada entrega. Incluso cuando Konami vendió la IP a empresas desarrolladoras norteamericanas, seguí disfrutando junto a Travis, el camionero que vivió de primera mano los eventos ocurridos siete años antes que el primer Silent Hill en Origins, junto a un renovado Harry Mason en Shattered Memories y luego… bueno, después vino Homecoming.

Silent Hill Homecoming, desarrollado por el estudio Double Helix Games, quiso crear una historia similar a la de Silent Hill 2. De hecho, demasiado similar, como podrán ver en la imagen anterior, pero tomando extrañas decisiones, como enfocando el juego a un combate mucho más envuelto, con un protagonista que era ex-militar y podía esquivar y atacar a las criaturas monstruosas de Silent Hill con gracia, o, al menos, eso intentaban, puesto que, a fin de cuentas, el combate no resultaba del todo bien logrado y, con la diversidad de bugs, terminó conviriténdose en la entrega más frustrante hasta la fecha. Una decepción aún peor viví con Silent Hill Downpour, el cual trató de volver a las raíces volviendo a un sistema de combate más sencillo y con una apuesta de mundo abierto. En resumen -y para no aburrirlos que esta entrada ya se ha hecho algo más larga de lo planeado-, este juego mató mis ilusiones de volver a ver un título de esta aclamada saga que le hiciera justicia a los originales. A Silent Hill Book of Memories simplemente lo he bloqueado de mi cerebro porque eso suele suceder con los eventos traumáticos. Con Silent Hills no me meto ya que fue cancelado antes de que pudiera jugar a Downpour y, como bien dice el título, a veces es mejor saber cuándo decir adiós.

A veces es mejor saber cuando decir adiós

Y es que es eso, principalmente. Todos hemos de tener sagas de videojuegos guardadas en nuestros corazones y creo que ha de ser una pequeña minoría la que goza de no haber visto alguna de sus queridísimas franquicias arruinadas por compañías que no saben o no les importa manejar con amor y cuidado sus propias IP’s.

Es por eso que quería aprovechar esta instancia para decirle adiós a una de mis sagas favoritas. Y es que para mí el Silent Hill 2 es y seguirá siendo el mejor juego de la historia. Pero todo lo bueno tiene que terminar. Se ha visto en el cine con tantos ejemplos que sería hasta cansino repasar ejemplos. Lo que si es cierto es que yo no quiero un reboot de Silent Hill, ni tampoco un remake. Una secuela me haría sudar de nervios pensando en cómo han de arruinarlo ahora, qué cosa no entenderán bien o como tratarán de explotar el nombre de la franquicia para sacarle dinero, sobre todo en esta época en que Konami padece hambruna de IP’s y de buenas ideas, en general.

Con todo mi amor de videojugador, sólo puedo agradecer al Team Silent por crear aquel místico poblado cubierto de niebla y que ocultaba en su interior a monstruos y sectas satánicas. En mis sueños más inquietos, seguiré viendo ese pueblo, pero ya no esperaré por ti. En cambio, te recordaré con cariño y, mientras pueda, siempre puedo volver a visitarte en tu mejor forma. Sin remakes ni remasters en medio. Solos tú y yo.