Hoja de ruta

A falta de un podcast donde poder desahogarme (tranquilos, en cuestión de unos cuantos días comenzaremos a grabar la segunda temporada), no me queda otra que daros la chapa por aquí. Esta última semana estuve jugando a Scribblenauts Showdown. Lo cierto es que, si bien había jugado a prácticamente todos los capítulos de la conocida saga de puzles de 5th Cell, nunca estuve demasiado pendiente del desarrollo de esta última entrega. Imaginaos mi cara, así, cuando introduje el disco en el lector de mi PS4 y descubrí que no me encontraba ante un Scribblenauts al uso. Nada más lejos de la realidad, pues Showdown se había encargado de poner toda la franquicia patas arriba, centrándose, en esta ocasión, en los minijuegos de carácter competitivo. Minijuegos sencillos, simplones y accesibles, que mantenían el carisma y la magia propia de la serie, pero que, dado su planteamiento y ejecución, no tardaban en caer en el tedio más absoluto.

Showdown no es un buen juego; mucho menos, una buena secuela. Pero sí que me parece un producto interesante de contemplar. Un producto que se presta al análisis, al juicio y a la reflexión. Scribblenauts era una saga muy continuista, quizás demasiado, y estaba claro que necesitaba un cambio como el comer. Quizás tomar este rumbo no fuese la mejor decisión, pero ¿acaso es mejor brindar al fan más de lo mismo, en lugar de dar un atrevido mal paso? Desde mi punto de vista, el hecho de que un producto sea o no innovador no influye directamente en la calidad del mismo. No obstante, cuando uno lleva jugando al mismo juego durante más de ocho o nueve años a través de todas las plataformas habidas y por haber, necesita algo más que unos cuantos puzles adicionales para seguir disfrutando de él.

El dilema que se nos plantea, entonces, es claro. Tanto a nivel de ventas como en lo que a crítica popular se refiere, de cara al desarrollador, ¿es mejor ofrecer un producto continuista de calidad a una mala evolución del mismo? Cuando hablamos de grandes desarrolladoras, como Electronic Arts, Ubisoft o Square Enix, resulta difícil encontrar un juego de una saga conocida que se salga del cánon, y que pruebe suerte con otros géneros o mecánicas. Esto se debe a que, estadísticamente hablando, un juego continuista suele ser bastante más rentable que uno innovador, en parte por el fracaso que suelen poner la mayoría de estos con respecto a sus predecesores, y en parte al impacto de los usuarios más puristas, que suelen menospreciar el título que se aleja mínimamente de sus raíces. Como decía Octave Mirbeau, los negocios son los negocios, y como comprenderéis un estudio – y en concreto, una productora – no va a poner en riesgo ni un solo centavo del presupuesto que no pueda traducirse en beneficios. El resultado de todo esto, juegos como Fallout 4; notables, divertidos, pero demasiado similares a sus predecesores – y, en ocasiones, inferiores en cuanto a calidad narrativa y/o jugable.

Final Fantasy XIII

Los ejemplos valientes, los juegos que ponen toda la carne en el asador con tal de sorprender y agradar a su público, están igual de claros, aunque no todos salgan tan bien como cabría esperar. Final Fantasy fue una saga estancada en el JRPG por turnos, y el salto a la acción, que comenzó con la trilogía protagonizada por Lightning, supuso un gran impacto en las previsiones de ventas de la compañía. Algo similar ocurrió con el lanzamiento original de la decimoquinta entrega numerada, cuyo mundo abierto no fue del gusto de todos. Y, si hablamos de crítica popular, no podía dejar a un lado la polémica habitual que rodea a Call of Duty. Una franquicia que, le duela a quien le duela, hace lo que está en su mano por sorprender y evolucionar, modificando constantemente su apariencia y ambientación, y que, a pesar de sus buenas ventas, ya ha recibido algún que otro palo con el estreno de capítulos como Ghosts o Infinite Warfare, cuya ambientación estuvo muy lejos de gustar a la comunidad.

Activision no supo leer a una comunidad hambrienta de WWII, lo que provocó que el tráiler debut de Call of Duty: Infinite Warfare se convirtiera rápidamente en uno de los vídeos con más ‘dislikes’ de todo YouTube

Sin embargo, en ocasiones sí que es oro aquello que reluce, y entre tantos intentos fallidos y apuestas sin personalidad, surgen propuestas como Resident Evil VII, que además de saber cómo innovar, lo hacen, y, por si fuese poco, lo hacen bien. Propuestas que aprenden de los errores del pasado, del estado de la comunidad y de las manías del género, y que son completamente capaces de salvar una franquicia que parecía estar muerta. Asimismo, entrando en el siempre controvertido terreno de los remakes y de los remasters, también existen reboots que hacen lo propio; reinicios que realmente saben adaptarse al momento, y que devuelven a la vida una IP de la que ya se esperaba muy, muy poco.

Puede que lo más curioso de todo este fenómeno sea que, a veces, el hecho de ‘renovarse o morir’ no solo se aplique a las secuelas, sino también a los juegos como servicio. World of Wacraft, sin ir más lejos, es uno de esos juegos que, pese a su fiel comunidad, pierde miles de usuarios con el paso de los meses, que no tarda en recuperar con el estreno de cada expansión. Fortnite, por su parte, ha sido una apuesta por la acción en tercera persona que ha sabido desarrollarse inmejorablemente a lo largo del tiempo, adoptando el modelo battle royale y superando, de hecho, a su competidor más directo, Playerunknown’s Battlegrounds. En un siglo XXI dominado por la tecnología y por las redes, aprender del medio, tomar nota y evolucionar se convierte en algo indispensable; en unas de las claves para alcanzar el éxito, independientemente de que esta evolución tenga lugar a lo largo de los dos, tres o cuatro años que puede durar un desarrollo al uso, o de que, haciendo apología a los chicos de Blizzard, ocurra a lo largo de décadas.