Distopía Orwelliana... o no

Pocas temáticas han sido tan recurrentes en la ficción como la idea del Gran Hermano, del estado controlador que supervisa nuestras acciones, de la destrucción de toda intimidad y privacidad. El concepto de distopía futurista, aunque manido, sigue atrayendo — quizás por nuestro vertiginoso acercamiento a lo que autores de ciencia ficción diseñaron hace ya mucho — y numerosas obras recurren a él para alertar de los peligros de estas transformaciones sistémicas.

Ministry of Broadcast se adentra en estas ideas, pero lo hace de una forma especial: con humor. La tendencia de la crítica social en muchas obras actuales se orienta hacia la seriedad absoluta, en ocasiones con la pretensión de sentar cátedra sobre un tema determinado y menospreciando a quien no está completamente de acuerdo con los argumentos expuestos. Porque claro, “vivimos en una sociedad” y todos somos muy malos, pero luego el mensaje no va más allá. Pero insinuar que la obra en cuestión no nos ha entusiasmado porque no cuenta nada nuevo nos estigmatiza instantáneamente. Frente a esto, Ministry of Broadcast no se toma en serio, no pretende sentenciar sobre el devenir de nuestra comunidad. Simplemente disfrutemos, resolvamos los diferentes niveles y riamos un poco. Lo importante es que quede cierta reflexión de lo que quería transmitir.

Somos el graciosillo de Zanahorio, un recién llegado al reality show organizado por el gobierno del lugar en el que se desarrolla la trama. Sí, en el primer diálogo hace humor de nuestra condición de pelirrojo y, aunque parezca humor cutre, lo cierto es que tiene su aquél y cada nuevo chiste nos pilla por sorpresa. Pasearemos por lo que parece ser una especie de base militar cercana al muro fronterizo, en la que tenemos nuestro propio barracón y donde se está grabando el programa en el que participamos en busca de su premio: cruzar el muro que nos separa de nuestra familia al otro lado del país y alejarnos del régimen, algo que solo se le otorga al ganador absoluto. Al ser un reality, todo se está retransmitiendo y la idea no puede casar más con la apariencia, la jugabilidad y la ambientación del título, cuidada hasta el más mínimo detalle. El juego de cámaras y la sensación de vigilancia constante, que a muchos les recordará a Portal, sobre todo por la impresión de estar participando en un experimento conductista, es increíble. Nos interrogan, nos controlan y todo lo que hacemos está enviándose para el consumo de un público desconocido. Incluso el propio menú tiene una estética asociada a lo que se narra.

Hablar de este juego sin mencionar detalles importantes de la trama es complejo, pero podemos hacer algunas reflexiones. Partiendo de lo básico, la duración, estamos ante un título corto, de algo más de 4 horas jugando a un ritmo pausado. Si somos expertos en puzles y plataformas, puede que nos cueste bastante menos, pero las mecánicas no son nada sencillas. Aquí hay que anticiparse a los saltos, que no serán instantáneos. Nuestro personaje es un humano simplón, no tiene ninguna habilidad especial y esto se transmite en su forma de desplazarse. Cualquiera que jugara al Prince of Persia original o a Oddworld entenderá a lo que me refiero. Es todo lo contrario a lo esperable en un plataformas hoy en día pero, aunque puede resultar frustrante en los saltos más rebuscados, en general la dinámica es simple y nos adaptaremos con rapidez. Con respecto a los puzles, sería conveniente mencionar que no nos llevarán demasiado tiempo, salvo excepciones, aunque sí ciertos reintentos al caer de plataformas y morir, algo que haremos en más de una ocasión. Algunos son excesivamente simples y otros más complejos, pero emplean mecánicas muy curiosas como excusa como nuestro propio olor corporal que desplaza a los que no quieren acercarse a nosotros. Por si acaso, varios mensajes guía contextuales adornarán los caminos y nos darán ciertas indicaciones sobre qué hacer.

Con un sistema aparentemente autoritario (pocas cosas quedan cien por cien claras hasta el final del título), surge un trasfondo que iremos vislumbrando conforme avanzamos y con la ayuda de un cuervo, que no hará otra cosa más que contextualizarnos e insultarnos, metiéndose con nosotros cada vez que fracasemos (e incluso cuando hacemos las cosas bien). En una fantasía distópica con claras reminiscencias a la obra de Orwell, los desarrolladores han diseñado una serie de referencias a la cultura pop en general y a la propia metafísica del videojuego que no harán más que sacarnos una sonrisa cada pocos minutos. Bajo este autoritarismo tenemos una sensación de opresión y de enfrentamiento con los demás personajes, que juegan un rol dentro del reality, ya sea civil, policía, etcétera, mientras que nosotros andamos un poco perdidos en la vida. Bonita metáfora de la realidad. Los puzles nos obligarán a usar a la gente en nuestro beneficio y, al final, la gracia está en ver cómo somos capaces de desprendernos de nuestra humanidad con el objetivo de avanzar para nuestro propio interés. Y bueno, también en busca de nuestras botas, que nos robarán al inicio de la aventura y que se convierten en una excusa para buscar coleccionables, que nunca podremos ponernos porque no terminan de ser adecuadas. Al igual que tenemos roles, existen reglas para la competición y después de cada sesión, al final del día, nos interrogarán para conocer nuestros pensamientos y valorar nuestras acciones. Todo ello mientras vamos recibiendo trazas de información sobre lo que sucede, que se irá aclarando hacia el tramo final.

Ministry of Broadcast hace mucho por reflejar una distopía, pero quizás lo más interesante sean sus saltos en la fina línea que separa el humor y la seriedad. Cuando pensamos que vamos a filosofar sobre las atrocidades de un sistema, sobre la sociedad peligrosamente destructiva, sobre la pérdida de valores humanos y otras cuestiones éticas y morales, el juego da un giro de ciento ochenta grados hacia el humor absurdo. Con ello, quita hierro al asunto y asevera lo que mencionábamos al inicio de este texto: los momentos hilarantes menos esperados hacen que el título no se sienta como una crítica pretenciosa, sino como un intento de reflexionar sobre diversos temas sin tampoco situarnos en la incomodidad absoluta.

Bailando con lobos

Que el videojuego baile entre la seriedad y la jocosidad es un arma de doble filo: para algunos puede resultar interesante, como es mi caso, pero habrá quien piense que lo que podía ofrecer no lo hace y cae en un humor demasiado absurdo. Pero bueno, también hay quien cree que no deberían tratarse temas políticos en los videojuegos porque solo son entretenimiento. Así que, ya puestos, mejor reirnos un rato. En definitiva, Ministry of Broadcast es una obra entretenida, corta y que, aunque puede tener cierta dificultad dado el control del personaje, merece la pena dedicarle el tiempo para descubrir los varios finales de los que dispone, así como algún que otro secreto. Sin más, tengan buena emisión.


Este análisis ha sido realizado con un código de descarga para PC cedido por Hitcents.