Muchos más beneficios de los que se pueden observar a primera vista

Hace tiempo que llevo planteándome la idea de trabajar de pie. Es una de esas cosas que se ven de vez en cuando en los medios, en redes sociales; gente hablando de cómo de bueno es para el cuerpo, sobre todo para personas con una rutina más sedentaria. Como alguien que trabaja en casa, en su mayor parte programando, un cambio así resulta interesante, atractivo incluso: los dolores de espalda ocasionales, la mala postura, la fatiga de estar sentado pero no tener tampoco una alternativa más que la pausa del café… Pero siempre ha sido algo que residía en una esquina de mi mente, una idea que nunca fue lo suficientemente grande como para empujarme a invertir en un escritorio que de verdad pudiera ayudarme a trabajar de una forma más sana. No fue hasta que la encantadora gente de FlexiSpot nos ofreció la cesión de una mesa elevable (origen de la idea para este artículo) que los pensamientos empezaron a fluir: una cinta para caminar debajo, unas canaletas para recoger cables, y lo más importante… espacio para poder, al fin, usar las pobres Oculus Quest 2 que entre mudanzas y falta de espacio llevan siglos acumulando polvo en un cajón olvidado.

Una semana después de esta lluvia de ideas aparecía en la puerta el escritorio correspondiente. Un flamante marco modelo E7 Pro y su correspondiente tablero, y ni una tarde podría esperar a empezar a construirla. Con todas las piezas ordenadas, los tornillos agradablemente numerados y unas instrucciones sencillas, la mesa estaría montada con tiempo de sobra para acabarme un café aún calentito mientras me deleitaba con descubrir lo agradable que era volver a tener espacio en una mesa. El cambio de altura es fluido y silencioso, perfecto para subirlo antes de una reunión matutina y bajarlo para acabar el desayuno después, y el panel de control permite guardar cuatro alturas distintas y cambiarlas en el momento. La mesa incluye una canaleta para organizar los cables, dejándome aún más espacio donde antes tenía la regleta apilada al fondo de la mesa. ¿Y lo mejor de todo? Que la mesa es bonita, además de funcional. Y una vez colocas pantallas, teclado y demás accesorios la discreción de todos los mecanismos es total. Entre las características del modelo que protagoniza este artículo, el E7 Pro, destacan la mejora de algunos aspectos respecto a productos previos como la estabilidad a base de aplicar un motor individual a cada pata de la mesa (las cuales están construidas en forma de “C”), añade opciones para organizar y ocultar todos los cables de nuestro equipo y una pantalla LED para controlar todos los parámetros de la mesa.

Apenas una semana después ya se nota la diferencia: donde antes podía pasar el día entero sentado, ahora puedo cambiar mi postura de vez en cuando, y así mantenerme aunque sea un poquito más activo. Además, de pie no puedes tomar las típicas posturas de gamba que tan cómodas son en la silla, y que tanto te destrozan la columna tras unas sesiones en el mismo juego o una racha de programar larga.

Y esto podrá ser solo cosa mía, pero también me anima a mover un poco las piernas, aun sin tener una cinta o una bicicleta estática debajo (que han entrado definitivamente en las próximas adiciones vista la oportunidad que abre la posibilidad de variar la altura de la mesa), caminar algo en el sitio o dar vueltas cuando un problema de programación o un puzle especialmente puñetero me obligan a pararme y pensar. Y cuando te cansas de estar de pie, siempre basta con pulsar un botón y volver a la silla. ¿Mi recomendación? Intentar variar las posturas cada 30 minutos o así, o menos incluso si se vuelve doloroso o incómodo: te mantiene un poco más activo, pero sin excederse en una postura u otra (y con lo fácil que es cambiar de altura, no cuesta nada).

Pero no todo en la vida es trabajo, y lo que más me había llamado en un principio era la posibilidad de darle uso al casco de Realidad Virtual, tan abandonado que lo tenía por falta de tiempo y espacio… y, francamente, la pereza que supone el proceso asociado. Levantarse, preparar los cables, hacer sitio en mi pequeña oficina: era un proceso bastante pesado, y cuando encima tienes otras aplicaciones constantemente reclamando tu atención (Discord, te miro a ti), tener que quitarse el casco y agacharse mal para poder teclear cada cinco minutos destroza la espalda más que una buena sesión del Beat Saber. ¿Pero ahora, con esta mesa? Si bien ser un vago no desaparece por arte de magia, es cierto que hace el proceso entero mucho más conveniente. Levantar la mesa me permite ajustar y preparar todo el lío de la realidad virtual sin malas posturas, y ahora que está subida tanto la silla como algún que otro mueble chiquitito caben debajo, liberando espacio en la oficina y permitiendo así establecer la zona de juego sin estrecheces. Lo mejor de todo, tener el PC sobre la mesa (además de contribuir a la refrigeración y ventilación del equipo) significa que los cables del casco ya no cuelgan y se arrastran como antes, quitando ese peso y esa molestia que normalmente aportan. Cuando el software no coopera, o algún juego decide que necesita algún input por el propio ordenador, basta con levantarse el casco y coger teclado y ratón, todo a la altura perfecta para volver al juego rápidamente.

Claro que todo esto no tiene por qué aplicarse al resto, pero creo que es bueno ilustrar esos pequeños beneficios que no se le ocurren a uno hasta que tiene la oportunidad de probarlos (y también entra la fortuna de poder hacerlo gracias a oportunidades como esta).

Quizá para ti no es la Realidad Virtual, pero sí que juegas mucho en consola, y el mando inalámbrico te dejaría estar de pie de forma cómoda. O a lo mejor eres artista, y la postura te permite trabajar de forma más cómoda y sana, bien seas de formato tradicional o de digital. O a lo mejor… yo qué sé, puedes seguir videos de yoga entre pausas de café. Algo tan simple como poder elevar la mesa, en definitiva, abre un mundo entero de posibilidades que solo queda descubrir.