Donde pongo el oído, pongo la bala

Caray, que bueno es Doom Eternal. Y antes de este, que bueno fue Doom (2016). Pero antes incluso de disfrutar de las mieles de este, hay un momento clave en el reboot mata demonios de id Software, donde el equipo de Carmack se dispone a mostrarte delante de tus propias narices la joya que tienes delante. A los pocos minutos de comenzar el viaje de Doomguy, una vez recuperada la escopeta, arma fundamental en nuestro periplo, subimos a un ascensor, la música (metal en su estado más puro, por supuesto), sube su volumen mientras aparecen los créditos iniciales, para después desvanecerse y transportarnos de nuevo a la faena acompañando los últimos compases de la pista con el sonido de recarga de nuestra arma. Ese momento es posiblemente uno de los que más me han marcado jamás en un videojuego. Pues bueno, The Outsiders pretende con su ópera prima, desarrollar todo un juego en base a este concepto.

Metal: Hellsinger es la apuesta del equipo sueco de The Outsiders, formado por veteranos de la industria, como David Goldfarb (Payday 2, Battlefield 3…), por el boomer shooter. La gracia es que también es una apuesta por el juego rítmico. Encarnando a la Extraña, nuestra tarea será atravesar el averno para recuperar algo que nos ha sido robado, nuestra voz. De esta forma se presenta una historia que, si bien no resulta trascendental, tampoco es un gran inconveniente escucharla gracias al trabajo como narrador de Troy Baker. Aunque también te digo, no necesito muchos motivos para liarme a tiros al ritmo del metal. Bienvenido al hogar del eterno sufrimiento amigo mío, ponte los auriculares y sube el volumen, acabas de montar en la carretera hacia el infierno.

Qué bien suena la muerte

Este título no se coloca como el primero, temporalmente hablando, dentro de la lista de juegos donde lo musical presenta más peso que lo ambiental. Pero donde si que brilla, a diferencia de otros, es en colocar este apartado en primera fila, en darle a los ritmos y sonidos el papel protagonista en base al cual se articulan el resto de elementos. La premisa jugable es relativamente simple: mientras nos abrimos paso en cada nivel, estaremos acompañados por música de fondo. Si queremos salir con vida de cada encuentro, deberemos bailar a su ritmo, en esta danza de plomo y sangre. Si optamos por convertirnos en un metrónomo de la muerte, disparando, recargando y deslizándonos al compás de la música, seremos recompensados con el poder de un dios (o un demonio en este caso). Nuestros ataques serán más efectivos, repondremos los cargadores con más celeridad y por encima de todo, la dopamina correrá por nuestras venas como el ron en una barra libre.

No hace falta voz para que tu oponente tiemble

Para orientarnos en como de bien estamos llevando la batuta en este concierto, contaremos con un medidor de combo en la parte superior de la pantalla. Actuar siguiendo el ritmo servirá para subirlo, mientras que andar desacompasado, recibir daño o cometer la desfachatez de pasar más de unos segundos sin dar muerte a alguna criatura infernal provocará que este descienda. Uno de los principales atractivos de mantener este medidor alto es el hecho de que nuestro daño aumentará conforme este lo haga, pero por encima de todo, querremos subir este medidor porque es el que dirige la fiesta. Y es que, cuando empecemos un nivel, tan sólo escucharemos los ritmos más suaves de la melodía. La primera vez que el medidor aumente, recibiremos más instrumentos en la canción, añadiéndose más y más de forma progresiva hasta llegar al nivel máximo donde entrarán los efectos vocales. Efectos que no son poca cosa, ya que el título cuenta con un gran set de voces conocidas.

No es posible diseñar un juego centrado en la música sin contar con una banda sonora capaz de quitar el hipo. Por suerte para nosotros, Metal: Hellsinger cuenta con una soundtrack diseñada específicamente para el título, en la cual aparecen voces muy conocidas, como puede ser la de Serj Tankian (System of a Down). No soy el mayor fan del heavy metal, pero he de reconocer que es un estilo que queda que ni pintado cuando de masacrar huestes demoniacas se trata. Gracias al excelente trabajo de producción musical, me he encontrado repitiendo niveles, intentando mantener el contador de ritmo en lo más alto todo el tiempo posible para poder disfrutar de cada pista. Y cada minuto de más, puedo asegurar que valió la pena

Breve y rejugable

Pero incluso contando estas revisiones de cada nivel, el viaje no brilla por ser uno demasiado largo. Superar la campaña en dificultad normal, puede costar entre 3 y 5 horas, en función del nivel de habilidad de cada jugador. A parte de rejugar la experiencia en dificultades superiores, completar cada nivel desbloquea tres desafíos con los que desbloquear sigilos, mejoras para nuestro personaje, a las que sinceramente no les he dado mucha importancia, pero bueno, ahí están. Pero ya se dice que lo bueno, si breve, dos veces bueno, y es cierto que habría sido peligroso alargar demasiado la experiencia, ya que ya en los niveles presentes se nota una cierta monotonía en el diseño de niveles, todo centrado en las llamas, el pecado, la música alta y las pulseras de pinchos.

Junto a la poca variedad de escenarios, aparece la poca variedad de armas. En todo momento contaremos con dos armas básicas, una espada y una calavera que tomará el papel de pistola que están ahí para una emergencia, ya que posiblemente poco las usaremos si podemos contar con el resto del arsenal. Este, que puede contarse con los dedos de una mano, está compuesto por armas de muy distinta variedad. Pasando por la clásica escopeta (posiblemente una de las mejores y más satisfactorias de todos los shooters habidos y por haber), llegando hasta una ballesta explosiva, cada una está enfocada a un tipo de situación distinta. Por desgracia, sólo podremos elegir dos de estas para cada nivel. Pero por suerte, todos los enfrentamientos pueden terminar resolviéndose, sirviéndonos en exclusiva de la escopeta, aunque en la variedad está la magia.

El ritmo siempre será el que diga la canción, pero la cadencia de cada arma nos marcará como actuamos. Las dobles pistolas permiten disparar una vez por cada beat, mientras que la escopeta nos obliga a saltarnos uno tras cada disparo mientras extraemos los últimos cartuchos. Esto provoca en un principio un cierto caos mientras nos habituamos a la situación, pero una vez el ritmo se apodera de nuestros huesos, todo se siente tan orgánico como los oídos que utilizamos para escucharlo. Los deslizamientos y saltos son más efectivos si los hacemos al son de la música, de forma que en tres latidos tendremos suficiente para destrozar a un pobre demonio, apartarnos del peligro y volver a la fiesta con nuestra arma recargada. Debo reconocer que nunca he sido bueno siguiendo el compás de la música (sino, que se lo digan a mi pobre pareja en el concurso de baile del instituto), por lo que no me quiero imaginar la clase de barbaridades que puede desempeñar alguien capaz de seguirlo de forma precisa todo el tiempo.

Observa y reinventa

He empezado el texto hablando de Doom, y es que como no, es fácilmente remarcable la influencia que tiene este shooter en el título. A parte de los disparos en sí, aparecen mecánicas como las aniquilaciones de enemigos debilitados, que nos servirán para hacernos con algo de vida extra. No tendremos que preocuparnos por la munición, porque siempre tendremos recargas ilimitadas para nuestro cargador. De hecho, el juego parece incitarte a disparar todo el tiempo para mantener el ritmo, incluso cuando no hay enemigos delante. Pero pese a que la producción es buena, no está al nivel (ni se plantea estarlo) de las obras de id Software. No obstante, el resultado es suficientemente bueno para ofrecer un apartado técnico disfrutable sin sacrificar el rendimiento, una buena elección en un juego donde la velocidad lo es todo. Por suerte o por desgracia, no se encuentra presente el espíritu de “puzle” del que hacía eco Doom Eternal. Tendremos tan sólo que centrarnos en matar a cada enemigo en base a cuál esté más cerca y si bien son varios los tipos de criaturas, la variedad brilla por su ausencia. Pero al menos, cada rival presenta un patrón de comportamiento muy distinto que nos obligará a tomar estrategias distintas si no queremos perder la vida.

Con este arsenal de características, repetir los niveles una y otra vez no es la peor decisión que podemos tomar, sobre todo si tenemos en cuenta lo satisfactorio que es percutar cada una de las armas, posiblemente uno de los puntos estrella del proceso. Hay un cariño enorme detrás de cada arma, consiguiendo que se combinen con el ritmo de la música de una forma tan natural que provoca que la experiencia en otros juegos se empeore por la mera comparación. Quizás sería interesante ver lo que se podría obtener de una ampliación del contenido traducida en nuevos escenarios, nuevos enemigos y por supuesto, nuevas canciones, pero de momento tendremos que conformarnos con lo que tenemos.

Larga vida al rock and roll

Galardón-Oro-HyperHypeMetal: Hellsinger es una brisa de aire fresco dentro de un género que apuesta por lo viejo, como es el boomer shooter. Sin ser una superproducción, mantiene un nivel técnico suficiente como para dejarse llevar al ritmo de la música. Corto, pero realmente disfrutable, no recuerdo pasar tan buenos tiempos delante de una escopeta más allá de Doom. La forma en la que la música toma el papel principal en la experiencia lo convierte en un viaje único que recomiendo encarecidamente a todo aquel que disfrute de una buena sesión de balazos. Larga vida al rock and roll, amigos.


Este análisis se ha realizado con una copia digital para Steam cedida por BestVision PR.