Un juego que no llega a romper con lo preestablecido

Ayer mismo pudimos disfrutar de un nuevo tráiler de Far Cry 6. El último título de esta popular saga de Ubisoft llamó la atención desde el primer momento por la presencia de Giancarlo Esposito, que encarnaba a Gus en la muy querida serie Breaking Bad, y en esta ocasión personificará a un dictador caribeño. Su memorable personaje se ganó por derecho propio reaparecer en una precuela de Breaking Bad y ser prácticamente traspuesto al FPS de Ubisoft. Porque sí, por haber, hay diferencias entre ambos individuos. Pero el registro es muy similar, y tampoco podemos culpar al actor por bordar este tipo de papeles. Por lo poco que hemos visto de Antón Castillo —el villano de esta sexta entrega— el personaje parece estar interpretado excepcionalmente. Aunque incluso este aliciente se ha enfriado junto con el resto de ingredientes que completan Far Cry 6.

En el tráiler del juego que mencionaba antes (y que podéis encontrar bajo estas mismas líneas) se repetían constantemente consignas revolucionarias. Todo en esta obra rezuma insurrección, rebelión, o como lo queramos llamar. Desde la ambientación, pasando por la trama, y acabando con los personajes, el mensaje subversivo que se quiere transmitir se queda en agua de borrajas. Porque la revolución se siente, indudablemente, en todos esos apartados, pero ni mucho menos en lo jugable o técnico. Para que una sublevación llegue a buen término, esta debe ocurrir a todos los niveles sin excepción. El problema con Far Cry 6 es que, al igual que en Yara —la isla en la que se localiza el título—, parece que el tiempo se ha congelado. La ubicación que han elegido para este relato me encanta. Me parece muy atractiva en tanto que es bonita per se, pero también porque se puede entender como una crítica a ciertos regímenes similares que existen en América Latina. A pesar de ello, la obra se siente anclada en el pasado, como también lo está la sociedad de Yara.

En el apartado gráfico, así como en la IA y su comportamiento, o en las animaciones, el juego luce desfasado. Por lo que se ha podido ver recientemente a través de gameplays, es un Far Cry más. Lo cual no tendría por qué ser algo negativo. Ya sabéis lo que se suele decir, si gusta, no lo cambies demasiado. Pero si bien este dicho popular tiene parte de razón, es necesario encontrar el punto medio entre mantener la esencia, las partes que han agradado a la comunidad, y añadir o cambiar ciertos aspectos para que no se sienta excesivamente similar a sus predecesores. Precisamente es en este punto en el que peca de más este Far Cry. El envoltorio es, de nuevo, muy atractivo. Pero las entrañas del título son demasiado continuistas. Entiendo que después de seis entregas tampoco podamos darle un giro de 360 grados a la jugabilidad, o a las mismas bases de la franquicia, pero sí mejorar cuestiones técnicas y visuales.

La revolución que vamos a desencadenar en Yara poco tiene que ver con el miedo al cambio de la saga Far Cry. Entiendo perfectamente que a Ubisoft le resulte tremendamente cómodo y rentable cambiar lo mínimo posible y maximizar el beneficio. A pesar de ello, creo que es una verdadera pena que el juego con mayor personalidad de toda la franquicia se vaya a sentir tan único y, al mismo tiempo, tan conservador en lo jugable y lo técnico. ¡Para un villano que por fin iba a derrocar a Vaas como el mejor de todos! Las ansias de revolución tendrán que esperar en Ubisoft.