La avaricia no los conoce, el riesgo a asumir sí

Parece que ha pasado muy poco tiempo, y a la vez una eternidad, pero la fiebre de las consolas Mini podría haber ido mucho más lejos. En aquellos tiempos prepandémicos que ahora son difusos, la senda iniciada por Nintendo con la NES Classic Edition (y su sucesora, SNES Classic Edition) parecían haber creado un nicho de mercado hasta entonces reducido a copias cutres y piratas. Bien por coleccionismo, por su relativa utilidad (no era complicado acceder al sistema para ampliar la librería) o por simple especulación, las ventas no hacían sino subir y subir. Al calor de esto, multitud de nombres se lanzaron al ruedo, como es el caso de Sony con PlayStation Classic, o la protagonista de nuestro artículo, Sega, que únicamente lanzó Megadrive Mini en el año 2019, siendo así prácticamente la última incorporación al mercado, hasta hace escasos días con el anuncio de Megadrive Mini 2, con la inclusión de juegos de Sega Mega CD como principal aliciente.

Si a este anuncio le sumas que, al calor de las novedades de Frontier, y que estamos en época de E3, los antaño fans de SEGA han salido de su letargo y han empezado a suspirar por una versión renovada de SEGA Saturn o de Dreamcast, algo que Yosuke Okunari, productor de esta línea de hardware clásico, ha tenido que salir a desmentir por adelantado, dando el motivo por el que la fiebre de las consolas Mini se detuvo en seco hasta esta ronda de anuncios por parte de la empresa nipona.

Hay mucha gente preguntándose por qué no sacamos una Saturn o Dreamcast Mini, pero no es como si Sega no hubiese explorado esta idea. El hardware de Mega Drive Mini no puede ofrecer adecuadamente juegos de Saturn y para conseguir esto tendríamos que haber desarrollado y fabricado nuevos chips, algo que durante la pandemia habría sido un proceso caro y difícil. Si se hubiese hecho una Saturn Mini, podría haber sido extremadamente cara. Yosuke Okunari

Más allá del debate que pueda haber en torno al papel que jugaban estas consolas retro en la conservación, o su propia utilidad como producto de base (ya que, sin modificaciones caseras, incluían un catálogo de juegos predefinido que no solo tendía a ser escaso sino que dejaba fuera siempre grandes joyas), es el papel que tenían para sus propios fabricantes, que a la vista está que, aunque estas palabras solo se hayan emitido por parte de SEGA, encajan a la perfección tanto para la situación de Nintendo como para Sony. En el caso de la primera, si se pretende respetar la cronología, hubiera sido el turno de Nintendo 64, con mandos más complejos que hubieran elevado el coste de fabricación, y de PlayStation 2 para los segundos, que ya supone un salto gráfico importante que hubiera habido que suplir con hardware adicional que hubiera tenido un efecto similar (y posiblemente más abultado) en el precio.

Una vez más, pero en esta remarcada si cabe, vemos como, aunque entremos cada vez más en el arco de juegos como servicio, las empresas (fabricantes, en este caso) no dudan en sacar a la venta un producto de “usar y tirar” que no requiere soporte y no tener la necesidad de darle continuidad si puede afectar a sus márgenes de beneficio. Ojo, no pérdidas, sino márgenes de beneficio. Avaricia en estado puro que en octubre veremos como afecta a esta SEGA Dreamcast Mini 2, pero yo personalmente espero que no suponga un nuevo inicio para el ciclo de consolas retro oficiales.