Interpretaciones grises

En el mundo del videojuego también existen historias retorcidas, confusas y abiertas. Con Inside, tenemos una muestra de las posibilidades de un medio — el videojuego — que, lejos de mantenerse en el mainstream, nos ofrece una amplia gama de visiones personales, narrativas intimistas y reflexiones con una alta carga simbólica en las que el usuario queda extasiado ante lo singular de la propuesta.

Echando la vista atrás, han pasado 4 años desde el lanzamiento de este título y, aún a día de hoy, sigue generando teorías sobre el universo tan sugerente que plantea. La fascinación y la curiosidad que despierta es similar a la que muchos han sentido con Death Stranding que, sin tener nada que ver, juega en cierta medida con una atmósfera perturbadora muy similar. Algo ha convertido al mundo en una suerte de apocalipsis distópico o, simplemente, todo ha sido así siempre: en Inside no terminaremos de sacar conclusiones cien por cien certeras. Lo que sí sabemos es que controlamos a un chico que al igual que en Limbo, el anterior y archiconocido título de Playdead, se muestra indefenso ante todo lo que encuentra en su periplo.

La gente de Playdead, ampliamente reconocidos en el panorama videolúdico por su particular forma de contar, se encuentra ya trabajando en un nuevo proyecto, con un planteamiento más cercano a la ciencia ficción pero que apunta a ser tan original como sus otras obras, que han pasado a formar parte del imaginario colectivo del videojuego.

Con la ayuda de ingenio y haciendo gala de nuestras habilidades a los mandos, resolveremos sencillos puzles que, con algo de ensayo y error, completamos sin demasiados problemas, independientemente de nuestra pericia. Se trata más de reflejos y de comernos un poco la cabeza para saber qué podemos hacer con lo que sabemos del entorno. Hilando varios movimientos y empleando todas nuestras posibilidades, el título nos dará todas las pistas necesarias para ir avanzando en una aventura que nos ocupará poco más de 3 horas en el primer intento. Aunque necesitaremos algo más para conseguir los coleccionables que tan bien escondidos están por la aventura, sobre todo porque se trata de algo diegético que forma parte del universo y que, una vez obtenidos, podemos emplear para acceder a un final secreto que nos da nuevos indicios sobre la trama.

Quizás, esta “búsqueda de pequeñas pistas” sea la esencia de la narrativa empleada por Playdead. Ya con Limbo hicieron gala de un simbolismo místico que, sin entrar en spoilers, se antojaban en consonancia con el propio título del juego y que parecen orientarnos hacia sensaciones más extrañas, más cercanas a la muerte, a lo onírico y al misticismo. Su estética en blanco y negro ayudaba sobremanera a construir un entorno tanto bello como angustioso al mismo tiempo, mostrándonos sin piedad el sufrimiento del protagonista (también un niño) a la hora de avanzar.

 

Con Inside, tenemos una estética más cercana a lo real, con pequeñas trazas de color que, pese al bajo detalle de su arte, nos aleja de ese mal sueño con el que asociamos a Limbo. Eso sí, pese a salir de la escala de grises, no deja de ponernos en las situaciones tan tensas que su predecesor conseguía, con una atmósfera igual de envolvente y acongojante. Y es que probablemente esta sea la característica más potente en relación a la transmisión de sensaciones. La angustia y la aprensión nos invaden en cada paso, sin tratarse de un videojuego de terror. Es suficientemente visual y explícito con lo retorcido de su entorno que, a sabiendas de lo que puede suceder cada vez que fallemos, viviremos cada momento como si fuera a ocurrirnos a nosotros. Las animaciones del personaje pesan, son realistas; no somos ningún héroe ni atleta, somos un niño a la fuga. Podemos correr para huir, pero es evidente que un perro correrá más que nosotros y es nuestro instinto, mezclado con algo de ingenio, el que nos ayudará a solventar cada situación, por imposible que parezca.

La tensión generada por nuestra incapacidad se transmite en impotencia, pero esta es positiva a niveles jugables. Esto es así por tener un control preciso de nuestros movimientos y unos escenarios perfectamente cuidados para que aprendamos a jugar con sus posibilidades y así abrirnos paso en una pequeña odisea gris. Una aventura en la que lo sonoro cobra gran importancia, anticipando lo que viene en forma de ruidos en la lejanía que se entremezclan con nuestros estruendosos pasos en enormes instalaciones derruidas. El efecto de conjunto resulta cautivador y nos introduce en una distopía de la que es difícil salir sin que alguna de sus escenas queden grabadas en nuestra retina.

El sentimiento de angustia se incrementa más aún en las zonas en las que nos vemos obligados a bucear, ajenos a los peligros que acechan bajo las oscuras aguas en las que solo distinguimos figuras a unos metros. A cada sección que completamos, la trama se va enrrareciendo, llegando a una recta final que a todos nos dejó boquiabiertos en su momento y, aun a día de hoy, sigue abriendo interrogantes. Como decíamos antes, este es quizás el punto fuerte de Inside y, en general, del estilo artístico de Playdead. La gama de interpretaciones de diversa índole que pueden surgir de una historia contada a trazos es increíble y, una vez completado, es interesante animarse a buscar lo que los usuarios tienen que comentar por internet. Y la excelencia en este campo se debe a que el juego en sí consta de sentido, no es un galimatías abstracto inentendible. Simplemente aporta detalles muy fragmentados que, de base, constituyen una trama accesible pero que puede complicarse si decidimos indagar en los aspectos más sutiles.

Historias abiertas hay muchas. Así como videojuegos crípticos. Pero la gracia con la que Playdead ha imbuido a sus obras, convirtiéndolas en títulos de culto entre el mundo del videojuego independiente que gran parte de la comunidad reconoce instantáneamente no es cosa menor. La intelectualidad que nos exige para sentarnos a reflexionar sobre la experiencia que acabamos de tener es algo de lo que pocas obras hacen gala. Y, de nuevo, todo ello sin convertirse en un embrollo inconexo, sino en algo perfectamente hilado con la mayor dedicación posible. Inside — y pido perdón por el juego de palabras — nos anima a entrar, tanto en su mundo como en nuestra mente, a darle vueltas a la simbología que plantea y, sobre todo, nos insta a guardarle un hueco en nuestra memoria, que nos permita referenciarlo en futuras obras cada vez que nos acordemos de él, que será a menudo.