Salir no siempre es escapar: el bucle cinematográfico de Exit 8
Genki Kawamura convierte el pasillo infinito del videojuego en una experiencia sensorial sobre la percepción, la repetición y la imposibilidad de avanzar.
Sinopsis:
Basada en el videojuego indie The Exit 8, la película sigue a un hombre atrapado en una estación de metro donde nada cambia… salvo cuando algo no encaja. A medida que repite el mismo recorrido una y otra vez, pequeñas anomalías comienzan a alterar la realidad. Cada intento por encontrar la salida lo sumerge más en un bucle hipnótico y perturbador, donde la lógica se descompone y el miedo se vuelve rutina.
Hay películas que se sienten como un videojuego. Pero pocas logran hacerlo sin disfrazarse de él. Exit 8 (2025), adaptación del hipnótico The Exit 8, no intenta copiar su jugabilidad: la traslada. Lo que en el juego era un pasillo interminable, una rutina de observación y sospecha, aquí se convierte en una experiencia cinematográfica que parece diseñada para que el espectador dude de sí mismo.
La película se inspira en el género de búsqueda de anomalías, del que forman parte títulos como I’m on Observation Duty o Captured. Su atractivo reside en trasladar el terror a lo cotidiano: en lugar de castillos encantados o ciudades infestadas de zombis, el miedo brota en espacios que todos reconocemos, como una estación de metro o un pasillo anodino.
Estos juegos han tenido bastante popularidad en la era de Internet, especialmente gracias a los gameplays en YouTube, donde los espectadores buscan anomalías junto con el jugador, evocando aquella sensación viral del meme “when you see it… you shit bricks”. Es fascinante pensar que un juego indie de 2023, de repente, se convierta en película, estrenada en Cannes y distribuida por Toho, el gigante del cine japonés.
La película no cuenta tanto una historia como un estado mental. Lo hace con una cámara que observa sin pestañear, con planos que parecen prolongarse más de lo posible (planos secuencia “con truco”, que se fingen continuos) y con un ritmo que nos atrapa en un laberinto visual donde cada repetición tiene algo nuevo, o algo que falta.
Ese “algo” es la anomalía, la grieta que rompe lo real.
La atmósfera como protagonista
El diseño de producción es uno de los grandes aciertos de Exit 8. Aunque el escenario principal sea tan sencillo como una estación de metro, su atmósfera es casi hipnótica: no parece un decorado, sino un personaje vivo. El espacio altera la percepción, genera tensión y refuerza la sensación de confinamiento. Hay algo lynchiano en su concepción: como en la Habitación Roja de Twin Peaks, el tiempo se pliega y lo cotidiano se vuelve pesadilla.
Otro elemento llamativo es cómo los personajes interactúan con las anomalías. No es que sean estúpidos o inconscientes: más bien, estas anomalías emiten una especie de aura hipnótica que los atrapa, y los personajes no saben cómo enfrentarlas.
El hombre de negocios, que persigue desesperadamente una salida, termina completamente absorbido por una anomalía que lo convierte en parte de ella. Este patrón de repetición no solo reproduce la mecánica del videojuego, sino que nos hace sentir la ansiedad del protagonista, atrapado en un ciclo que no puede controlar. Cada bucle aumenta la tensión, y el espectador comparte la frustración y la confusión de quien intenta comprender un mundo que no entiende reglas claras.
La película también tiene ecos a Silent Hill, especialmente a PT. Aunque Exit 8 no tiene relación directa con esa saga, ciertos momentos recuerdan la atmósfera inquietante de los videojuegos de terror psicológico: espacios que parecen normales hasta que algo se tuerce, puertas que se abren hacia la oscuridad total, o sonidos desconcertantes como un llanto de bebé proveniente de lo más inesperado. Aquí el terror no proviene de jumpscares baratos, sino de lo desconcertante y lo desconocido, de la sensación de que cualquier anomalía puede alterar la realidad en cualquier momento.
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Al estilo de The Edge of Tomorrow, Exit 8 utiliza el bucle como una mecánica narrativa: cada repetición ofrece nuevas interacciones con las anomalías y revela cómo cada personaje percibe la realidad de forma distinta. La película captura esa sensación de los gameplays del juego original, donde distintos jugadores reaccionan de maneras diferentes ante un mismo evento.
Un detalle brillante es cómo la percepción varía según quién observa: el niño ve anomalías que el adulto ignora, y el adulto percibe cambios sutiles que el niño asume como normales. Esa diferencia refuerza la idea central del film: no todos miramos igual, ni siquiera cuando el mundo se repite ante nosotros.
La película traduce las mecánicas del juego para contar una historia sobre el protagonista, que funciona también como reflexión de nuestra sociedad actual.
Estamos tan abstraídos en nuestros propios pensamientos (o, por ejemplo, mirando el móvil en el metro camino al trabajo) que a veces no percibimos lo que sucede a nuestro alrededor. Exit 8 convierte esa distracción cotidiana en metáfora: las anomalías del juego se reflejan en nuestro mundo real, y la película nos recuerda que siempre hay algo ocurriendo mientras estamos absortos en nuestro propio bucle.
Hay belleza en esa incomodidad. En la forma en que Exit 8 nos obliga a mirar dos veces un mismo plano, como si algo se hubiera desplazado sin avisar. Su diseño sonoro y banda sonora, a cargo de Shouhei Amimori (su composición minimalista pero inquietante incluso emula el sonido del tren de metro al abrir las puertas en cada parada) transforma lo cotidiano en amenaza.
La música, cuidadosamente sincronizada con los bucles, hace que cada repetición nos erice los pelos, reforzando la tensión y la sensación de desorientación que sienten los personajes.
Como puntos negativos, la película no reinventa el género del terror ni se aleja demasiado de la norma. Su componente de repetición puede resultar pesado en un revisionado, o incluso atragantarse a espectadores más casuales. Pero el valor principal de la película no reside en la historia, sino en la forma y la atmósfera, que es uno de los logros más notables del cine reciente. Si podemos disfrutar de Tron: Ares solo para escuchar el nuevo álbum de Nine Inch Nails mientras vemos un videoclip de 1 hora y 59 minutos con motos de luz de fondo, ¿por qué no ver una película cuya historia es sencilla, pero cuya atmósfera es de las más intensas del último año?
Exit 8 no se juega: se vive, se repite y se teme.
Con pocos recursos, Genki Kawamura demuestra una maestría visual que convierte cada plano en una experiencia hipnótica. Exit 8 se presenta como una de las propuestas más originales y atmosféricas para este Halloween. Una adaptación fiel y perturbadora que traslada el lenguaje del videojuego a la gran pantalla.
Exit 8 no es una película para entender, sino para habitar su ritmo, para dejar que el tiempo se descomponga en glitchs y la narrativa se vuelva textura. En un mes saturado de estrenos previsibles, esta película destaca no por su historia, sino por su capacidad de convertir el desconcierto en lenguaje.
Salir, en Exit 8, no significa escapar. Significa reconocer que llevamos tanto tiempo en el mismo pasillo que ya no sabemos si la salida existe.
Exit 8 se estrena en cines en España este 17 de Octubre y está distribuida en España por Vértigo Films.