Un mar de opciones que se vuelve más profundo con cada día que pasa

Desde ya hace muchos años que los DLC, los pases de temporada, los remakes, los remaster, las versiones definitivas, las ediciones GOTY, etcétera son un estándar en la industria que busca, de una u otra forma, maximizar las ganancias detrás de la inversión que resulta el desarrollo de un videojuego. Esto no es nada necesariamente malo, mientras se haga con una razón detrás que incite al jugador a adquirirla no sólo por rascar su comezón de coleccionista, sino entregando una experiencia más completa o derechamente nueva. También, en el caso de los remakes y remaster sobre todo, sirven para darle la oportunidad a jugadores nuevos o que bien no adquirieron un título en su tiempo de salida para experimentarlo por primera vez y con gráficos actualizados o, al menos, en una versión compatible con el hardware actual.

El problema surge cuando dichas versiones no están a la altura de la versión original o, derechamente, son notoriamente inferiores o incluso rayan en la línea de lo injugable, como ocurrió con Final Fantasy VIII Remaster en su momento de salida. También estuvo la polémica del lamentable estado con el que salió Warcraft III: Refunded Reforged en enero pasado.

Como si esto no fuera suficiente, también un jugador que busque la mejor versión de un videojuego debe evaluar entre los diferentes ports que tenga el juego. The Legend of Zelda: Breath of the Wild rendía marginalmente mejor en Nintendo Switch. Aunque los cambios eran sutiles, resultaron como una verdadera bofetada para quienes lo venían esperando desde su anuncio para WiiU desde años atrás. Pero es natural que una consola sucesora tenga mejor rendimiento en un juego intergeneracional, lo que no queda del todo claro es cuando un juego tiene diferente rendimiento en consolas de la misma generación. Si bien uno no esperaría que Doom (2016) corra exactamente igual en PC que en la híbrida de la gran N, tampoco debería perdonar el rendimiento de un juego como el que tuvo Bloodstained: Ritual of the Night en su lanzamiento. Donde en algunas plataformas corría de forma decente, mientras se colgaba y tenía errores gráficos impresentables en Switch.

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En el otro lado de la moneda, tenemos a un juego como The Last of Us, el cual, en su versión remasterizada para PlayStation 4, se vio levemente afectado por el aumento de cuadros por segundo. Cambio que lo hizo algo más propenso a sufrir bugs y glitches. Yo, que jugué tanto la versión original como la “mejorada” noté algo más de inestabilidad en esta última, algo que suele ser ajeno a los títulos de Naughty Dog que, a pesar de todo lo que se ha dicho de la empresa -y con razón- negar que sus juegos no están increíblemente pulidos sería simplemente mentir.

Sobre el videojuego como arte, la conservación y su naturaleza efímera

Dark Souls Remastered

Pero no es sólo rendimiento, cuadros por segundo y resolución lo que influye a la hora de buscar la versión definitiva de un videojuego. Hay otros factores menos tangibles que también entran a colación y que son igual de importantes, sino es que más subjetivos. Uno de ellos es la intención original de la obra. Algo que el creador -o creadores- tuvieron como visión desde el principio. Y tanto para versiones originales como remasterizadas hay ejemplos en ambas caras de la moneda. Un ejemplo de un remake siendo “mejor” que la versión original es Resident Evil Remake. El original de PSX es una joya de su tiempo, donde se hizo lo que se pudo con lo que se tenía. Pero el mismo director del juego, Hideki Kamiya, admitió que la versión Remake para Gamecube era la versión que más se aproximaba a la visión que tenían originalmente y que logró concretarse gracias a un hardware más potente y una tecnología más avanzada.

Por otra parte -y aquí voy de nuevo con mi referencia obligatoria a Silent Hill- tanto la remasterización HD de Silent Hill 2 como del 3 no lograron capturar lo que hizo importante a las versiones originales para PlayStation 2. Incluso los ports a otras consolas y a PC de Silent HIll 2 no estuvieron a la altura, teniendo más bugs y problemas de rendimiento que en su versión primaria. Pero apegándonos a la versión HD para PlayStation 3, lo primero que salta a la vista al ver las imágenes comparativas es la ausencia de la tan mítica niebla que cubre al poblado fantasma de Estados Unidos. Además, el doblaje se tuvo que hacer de nuevo y, a pesar de que la versión original contaba con una actuación bastante irregular, Konami se las arregló para que, en su segunda oportunidad, fuese aún peor.

Encontrar la versión definitiva

Esto más allá de mejorar la experiencia solo la facilita, la altera. Haciendo que el producto final sea distinto, la visión artística se modifica o derechamente se pierde.

¿Entonces cómo un jugador que busca la mejor versión de un juego puede, finalmente, encontrarla? Es la pregunta que se formula con todo esto. Y la verdad es que no hay una respuesta. No una fácil, al menos. No hace mucho compré las versiones de Steam de los Grand Theft Auto buenos (el 3, el Vice City y San Andreas) y, al menos el primero, sufre constantes crasheos, teniendo que ser parchado con software de terceros para funcionar apropiadamente en una máquina actual. También si se quiere jugar con un mando como se jugaba a la versión de PlayStation 2, se debe conseguir otro software más, también de terceros. A pesar de que lo segundo es una preferencia completamente personal, si se agradecería que, si van a lanzar un juego para que pueda jugarse en hardware actual, deberían, como mínimo, dar las opciones para que se puedan disfrutar de la misma manera que en sus tiempos. Que luego si vamos a querer conservar el juego como una pieza de arte atemporal, ¿qué versión guardamos? ¿Cómo la correremos? ¿En qué máquina?

Y, finalmente, los DLCs. Algunos son cosméticos nuevos, otros son nuevos arcos argumentales para una historia ya cerrada, otros cierran la historia que el juego base dejó inconclusa. Otros expanden de otras formas la experiencia jugable. Las versiones definitivas o versiones GOTY suelen traer todo esto junto en un sólo paquete, pero ¿las hace necesariamente mejor? Hay juegos que, por tener los DLC’s o pases de temporada, se le dan al jugador nuevas armas o herramientas más poderosas que las que encontraría en el juego base. Esto más allá de mejorar la experiencia sólo la facilita, la altera. Haciendo que el producto final sea distinto, la visión artística se modifica o derechamente se pierde. Esto no ocurre con otros tipos de arte. ¿O sí? Quizá el ejemplo más cercano -e infame, por lo demás- serían las reediciones de las Star Wars originales, donde George Lucas incluyó efectos computarizados que solo ayudaron a que la obra original envejeciera aún más pasados los años. O el mítico “Han disparó primero”. Y aun con todo esto, diría que estos cambios son pequeños en comparación a los que sufren los videojuegos en sus múltiples versiones.

Resident Evil 2 Remake Pre order

La versión definitiva está en el ojo de quien la ve

Al final, como mencioné anteriormente, cuando se trata de apreciación artística, todo es subjetivo. Si una versión, en cuanto a rendimiento, es idéntica -o equivalente, en el caso de pertenecer a épocas diferentes- a otra, entonces lo único que queda es que el mismo jugador decida cuál es la versión definitiva para él. Puede que una versión GOTY con armas más potentes desde el comienzo le ayuden a tener una experiencia más amena, puede que un personaje extra y un semestre más en Persona 5 Royal mejoren notoriamente la experiencia de un jugador, puede que el volver a The Witcher 3 en un juego portátil sea todo lo que le importe. Todo es válido. Complica las cosas a la hora de preservar la obra, pues la verdad es que no hay una versión definitiva que sea objetivamente superior. Pero, al final, cada uno es libre de tener su propia versión definitiva y conservarla como vea mejor.