Un ciclo sin fin

Hades fue uno de los contendores más fuertes para los Game Awards de 2020 y si bien me gusta el juego, no llegué a conectar con él como la gran mayoría parecía haberlo hecho, al menos en internet. Uno de los argumentos que más oí fue que la naturaleza recursiva de su loop de juego (al ser un rogue like) apoyaba tremendamente a la narrativa sobre los incesantes intentos de Zagreo de escapar del infierno y de su padre, el mismísimo Hades. Si bien nunca llegué a ver este lado de la historia porque tengo el cerebro chiquito y me centraba solo en las mecánicas de juego, debo decir que no hay posibilidad alguna de que Hades haga una mejor representación del infierno y de la imposible y ardua tarea de escapar de él que Candy Crush.

El juego tuvo su auge en la época en que todos de manera colectiva fuimos engañados a pensar que era una buena idea hacer y jugar videojuegos en Facebook, con clásicos de culto como Farmville de Zynga y Candy Crush Saga (y sus múltiples variantes) de King, con mecánicas de juego tan increíbles como esperar tres días enteros para construir una casa, mandarle tantas solicitudes de vidas a tus amigos que no tardaban en convertirte en una paria social y… bueno, eso mismo pero repetido a través de todo el juego, una y otra vez en un ciclo infinito. ¿Ven a donde quiero llegar con esto?

Claro que Facebook terminó convirtiéndose en la red social para baby boomers, espantando a los millenial a punta de memes, que más bien eran tarjetas de felicitación a lo Hallmark, de los Minions y Piolín y cadenas (sí, cadenas, como las de los correos electrónicos a principios de los 2000) en las que nuestras tías respondían amén a una imagen de Ewan McGregor como Obi Wan Kenobi y los juegos terminaron yéndose de la plataforma junto con nosotros. Encontrando un nicho de mercado mucho más rentable en los dispositivos móviles que cada vez iban ganando más y más tracción.

Fast forward a 2021, o 2020 versión 1.1, y al menos en Chile que estamos a mitad de la segunda gran cuarentena, haciendo que el encierro saque lo peor de nosotros. En mi caso me hizo descargar Candy Crush en mi celular y no sé si me pueda recuperar de este punto bajo en mi vida. Pero si algo he aprendido del capitalismo tardío es que hay que tratar de generar algo productivo de todo lo que hacemos, así que qué mejor que tratar de recuperar el tiempo perdido en esta máquina tragamonedas glorificada que quejándome de ello en un artículo en internet.

Es el mercado, amigo

Son más de doscientos niveles por los cuales atravesé hasta este punto, escribiendo estas palabras y si hay algo que saqué en limpio de esta… experiencia fue que todo, absolutamente todo lo que Candy Crush es lo es para sacarte dinero. Sí, vaya sorpresa que un juego free to play, sobre todo uno creado por King, quiera sacarte dinero. Pero lo que hace Candy Crush está a un nivel mayor que cualquier free to play contemporáneo ya que el loop de juego es un mero juego de puzles de combinar colores, en el cual la habilidad importa a partes iguales con la suerte de que caigan los dulces de colores que necesitemos según cada nivel. ¿Cuál es el fin de completar un nivel? Avanzar al siguiente hasta que no puedas más, hasta que falles tanto el mismo nivel que se te acaben las vidas. ¿Qué ocurre entonces? Puedes esperar media hora por una vida extra. Pero nadie quiere esperar treinta minutos para combinar colores, así que puedes obtener de manera inmediata viendo un anuncio o usando diez unidades de oro (los cuales van aumentando con cada vida consecuente). ¿Cómo consigues oro? Con dinero de verdad, por supuesto. Y tras haber pasado por caja, toca seguir jugando hasta quedar sin vidas de nuevo para repetir el ciclo.

Claro que las mecánicas capitalistas de Candy Crush van mucho más allá. Conforme vamos ascendiendo por el mapa infinito, nos brindan Boosters o potenciadores que ayudan a hacer los niveles más fáciles. Podremos obtener más según vayamos jugando mejor con el fin implícito de que nos acostumbremos a tener potenciadores y, una vez se nos acaben, los extrañemos lo suficiente en el ocasional nivel más difícil que se nos cruza en nuestro camino para tentarnos a comprar más. Si bien el juego premia a los jugadores que lleven una racha de victorias con una serie de boosters, esto no hace sino crear un flow de juego de manera artificial que se extraña una vez se acaba, aumentando la frustración de cada derrota y con ella aumentando la tentación de pasar por caja. El juego también presenta una serie de desafíos de comunidad que premian el jugar harto y jugar rápido, para, lo adivinaron, motivarnos a pasar por caja una vez nos quedamos sin vidas o necesitemos un potenciador.

Productividad ante todo

Les parecerá que el artículo se está volviendo repetitivo pero es la mejor manera que se me ocurre para reflejar el cíclico infierno capitalista que es Candy Crush. Un montón de colores brillantes, una sobresaturación de estímulos y una promesa de superación interminable que solo se facilita para quienes estén dispuestos a botar más dinero en su hambrienta máquina hecha de dulces. Candy Crush premia, por sobre todo, invertir harto tiempo y ser más productivo con la promesa de avanzar en su interminable camino de caramelos y rezagando como perdedores a quienes solo quieran divertirse un rato y no jugar bajo sus reglas brutalmente capitalistas.